Carpeta de justicia

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Ya eran las ocho de la tarde de una fría y lluviosa tarde de febrero. En las calles las farolas parpadeaban motivo de la tormenta y dentro del despacho sólo quedaba yo. El sonido de las teclas pulsadas por mis dedos rebotaba en las paredes de la oficina en los espacios de silencio que el Requiem de Verdi les dejaba.

De pronto, el timbre de la puerta suena, extrañado por el hecho de que no hubiera sonado el del portal y algo molesto por las horas me dirigí entre la penumbra del despacho a abrir la puerta mientras atronaba el Dies Irae de la misa de difuntos

Tras el umbral de ella, iluminado repentina y fugazmente por los rayos se vislumbraba una silueta de un joven: - “Ligth Yagami”- dijo

  • “Francisco Adán”- contesté, - “¿en qué puedo ayudarle?”

La voz del bajo recitando Mors stupebit se oía de fondo como un acompañamiento mortuorio de la conversación.

  • Necesito hacerle unas preguntas ¿puedo pasar?

“Por supuesto que sí” dije mientras le invitaba a pasar con un movimiento de mi cuerpo. Le acompañé a la sala de reuniones y no sentamos.

Era un joven de entre 18 y 20 años delgado, de rasgos finos e imberbe. Pese a su apariencia cándida algo en su mirada mostraba otra persona, una más fría y calculadora.

Cuando nos sentamos alrededor de la mesa de reuniones le oí susurrar algo sin saber muy bien qué es lo que decía.

  • “Y bien ¿en qué puedo ayudarle?”
  • Me gustaría que me asesorara; encontré este cuaderno en la calle hace unos meses y me gustaría saber qué tipo de responsabilidades puedo llegar a tener a los efectos de protección de datos”

Sobre la mesa dejó caer con pesadez un cuaderno negro en cuyas tapas se podía leer “Death Note” 

Según me refería el joven, en el libro anotaba los nombres y apellidos y la forma de morir imaginando la cara de personas y éstas acababan falleciendo de esa forma. Mi cara de incredulidad era parecida a cuando imaginaba a un abogado viviendo holgadamente del Turno de Oficio.

No obstante, esta sensación de estupefacción me dispuse a asesorarle.

  • A parte de las claras repercusiones penales…- me mira con desagrado- en el caso de la protección de datos hemos de tener claro qué clase de responsabilidad tienes. En un principio serías tanto un responsable del tratamiento como encargado.
  • ¿Qué diferencia hay?
  •  El responsable es quien decide para qué se van a utilizar los datos y el encargado es quien los trata por cuenta del responsable, como quiera que en este caso sois los mismos, no habría problema.

Lo que realmente iba a ser un problema para para Light iba a ser el consentimiento ya que no adquiere permiso de nadie para poder utilizar su nombre en ese libro, aunque algunos de esos nombres eran cogidos directamente de las noticias, pese a eso, lo que era evidente es que se trataba de un “tratamiento de datos” que debía ser estudiado.

Por un lado, Ligth podía tener problemas en cuanto al consentimiento de las personas anotadas en su cuaderno y, por otro lado, también podría tener problemas en cuanto a la clase de los datos ya que, en algunos casos, no sólo anotaba el nombre de la futura víctima, sino que, además, describía su forma de morir que, en varios casos, hacía coincidir con datos de salud de éste.

¿Sería necesaria la presencia de un DPO? Bueno el Artículo 37 del Reglamento Europeo lo prescribe como obligatorio para las Administraciones Publicas y para tratamiento de ciertos datos a gran escala y por cierto contenido. No creía que la figura del DPO tan importante para ciertas empresas fuera el caso de Light y por lo tanto nos centraríamos en el consentimiento.

  • Light has de saber que el consentimiento ha de ser expreso y claro es que además las personas que anotas en tu bloc no están informados. El nuevo Reglamento de la Unión Europea descarta el consentimiento tácito y va a hacer especial hincapié en este extremo y en la transferencia y cesión de los datos.
  • Ya, bueno, no creo que me denuncien…no veo a nadie dándome su nombre y firmando que aceptan que vayan a morir merced a lo que ponga yo en este libro

Miré fijamente al chaval, nada de lo que estaba pasando era normal, aunque ya hubiera recibido la visita de Nick Furya y de Iron Man en años anteriores, esta era del todo extraña. “Disculpa, has sido tú el que ha venido a mi despacho para ser asesorado para esta situación. Has decidido escribir nombres de personas en este cuaderno e imaginar una manera de morir, bien, no te juzgo, lo cierto es que tienes una libreta con un montón de nombres y apellidos de personas y descripciones de muertes ¿alguien más ve este cuaderno, vas a dejárselo a otras personas?”

  • “Ni hablar el único que lo ve es…Ryuk”
  • ¿Quién es Ryuk?
  • Un shingami…un dios de la muerte

“ya….un dios de la muerte…ya bueno, deberías informar a tus futuras víctimas que Ryuk  va a acceder a esos datos ….me tengo que ir, es tarde y no creo que pueda ayudarte más” dije mientras me levantaba de la silla.

Acompañé al joven a la puerta. La tormenta, lejos de amainar, seguía, enfurecida, golpeando los edificios cercanos con sus truenos y la lluvia que arañaba los cristales como queriendo arrancarlos, de fondo, seguía sonando el Requiem de Verdi en sus últimos minutos, donde la soprano canta en un aria acompañada con coro el aria final. De pronto a Light se le cayó su Death Note y, rápidamente, me apresuré a recogerlo y dárselo y, en ese momento mirando, fijamente a Ligth empiezo a oir una risa demoníaca que se mezclaba tenebrosamente con el final de Liberame de morte aeterna  de la soprano y , mientras se cerraba la puerta y antes de su estruendoso sonido, cruzó, rodando, los restos de una manzana perfectamente mordida.




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