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En la actualidad el tejido empresarial español está predominado por microempresas, que constituyen más del 99% entre pymes y micropymes. Todas ellas están obligadas a presentar anualmente su situación económico-financiera a través de las cuentas anuales. En esta actividad entra en juego la figura del experto contable, profesional que ha superado una acreditación, que le dota de una alta cualificación, y que puede garantizar la imagen fiel de las cuentas anuales, otorgando mayor seguridad a la información en beneficio de todos los actores sociales que intervienen en las empresas.

Según el estudio publicado en The Economist: The future of Jobs, muchos trabajos desaparecerán en 20 años y serán reemplazados por robots o nuevas tecnologías. En la lista de las profesiones con más posibilidades de desaparecer, la de contable aparecía en segundo lugar. Los profesionales de la contabilidad somos conscientes de la transformación digital que se está produciendo en algunos campos y que afecta, sin ninguna duda, a la automatización y mecanización de la contabilidad.

El proceso de adaptación al nuevo mundo digital supone un cambio en la profesión del contable tal y como se ha venido oficiando. Con la implantación de la informática, el antiguo contable que escribía todos los ejercicios en el libro diario pasa a emplear otra forma de “redactar” los asientos contables, muy alejada de la escritura a mano. Sin embargo, esta metamorfosis por la que pasa la figura del contable tiene también sus ventajas.

Con la llegada de la digitalización, se implantan nuevas herramientas de contabilidad automática, se introduce el factor de velocidad de procesamiento y permite tener a nuestra disposición y a la de nuestros clientes la información contable necesaria para que redactemos los informes preceptivos a la hora de acceder a la financiación, solicitar ayudas públicas o incentivos fiscales. Además, facilita la interpretación de los resultados contables y su traslado a las distintas figuras impositivas de obligado cumplimiento. Y, por otro lado, analizar las ratios para medir la calidad de gestión, así como la posibilidad de planificación en la empresa, mejorando su capacidad productiva.

En este nuevo panorama se debe prestigiar la profesión sin olvidar la aplicación práctica del conocimiento adquirido mediante años de estudio y experiencia. El cliente debe asumir que una profesión que exige un reciclaje continuo, no solo por los numerosos cambios legislativos que se producen en materia fiscal y contable, sino también por la irrupción de las nuevas tecnologías, debe reflejar en sus honorarios la compensación del esfuerzo.

Fundamentados en la complejidad normativa e interpretativa de este sector tan especializado, los expertos contables nos negamos a la tesis apocalíptica de que nuestro trabajo pueda ser sustituido o incluso llegar a desaparecer y nos resistimos, en cierta medida, a algunos cambios. Sin embargo, debe producirse una progresiva metamorfosis hacia una nueva figura digital mediante una redefinición de las actividades y tareas adaptadas a las nuevas tecnologías.

En definitiva, los profesionales de la contabilidad y la asesoría fiscal tenemos que vencer la resistencia al cambio, aceptar que la transformación digital ha llegado para quedarse y asumir que nuestra profesión debe reflejar que cobramos no por lo que hacemos, sino por lo que sabemos.




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