Oscar Daniel Franco Conforti
Una de las operaciones intelectuales que hacemos para comprender rápidamente y mejor la realidad es reducirla. La expresión «buenas personas» es una reducción de la realidad en un intento por ejemplificar una idea.
Definir qué significa ser «buena persona» es algo más complejo de lo que puede parecernos a primera vista. Una definición es un intento de expresar el significado de un concepto mediante otros conceptos supuestamente más familiares, invocados por palabras de uso más corriente. Para elaborar una definición, habitualmente empleamos una combinación de ejemplos, sinónimos, ideas afines, categorías y conceptos.
Sin entrar en la teoría de las ideas de Platón (el mundo de las formas ideales, perfectas y universales) se puede afirmar que ser «buena persona» engloba todo un conjunto de conductas, cogniciones, actitudes y motivaciones. Debemos tener en cuenta que en la definición entran en juego la cultura, el contexto y un sin número de variables muy importantes. Y, aunque su delimitación pueda resultar prácticamente imposible, no menos cierto es que podemos establecer algunos mínimos.
Hablar de «buenas personas» es, en definitiva, hablar de un constructo —ideal, perfecto y universal— en el que los elementos claves son «bondad» y «coherencia».
Recuerdo a mis padres, cuando de pequeño, me decían: «conviértete en una buena persona»; ellos nos han educado de acuerdo a sus principios y valores, lo que ha ido dando forma e integrando nuestra concepción de la ética, y cuando llegamos a ser mayores te das cuenta de que ser buena persona se traduce en realizar acciones que no generen daño o que supongan un beneficio directo o indirecto para otras personas.
Sin duda, ser «buena persona» es una cualidad total y absolutamente subjetiva, sujeta a la valoración de otras personas.
Sin llegar a constituir un listado del tipo numerus clausus, a poco que investiguemos sobre el tema descubriremos que las personas valoran en las «buenas personas» las siguientes características:
- Compasión: empatía profunda, capacidad para ponerse en el lugar del otro e intentar pensar, sentir lo que experimentan las otras personas suspendiendo nuestro juicio crítico.
- Sinceridad: hablar asertivamente y decir las cosas con respeto hacia los sentimientos y emociones de los demás.
- Confianza: son personas confiables, es decir, han logrado transmitirnos su capacidad para actuar correctamente bajo cualquier circunstancia y con ello se han ganado nuestra confiabilidad.
- Optimismo: procurar ver el lado positivo de las cosas y centrarse en él antes que los aspectos negativos.
- Altruismo: capacidad de realizar acciones que beneficien a los demás aunque requieran de un sacrificio personal, lo que no necesariamente significa que ponen por delante las necesidades de los demás.
- Humildad: capacidad para reconocer sus defectos y errores y al mismo tiempo no exagerar sus virtudes.
- Paciencia: actitud necesaria para sobrellevar posibles contratiempos o dificultades a lo largo de la vida.
- Humor: un sentido que puede proporcionar una pizca de alegría en momentos clave para otras personas.
La pregunta que se intuye es: «¿Qué relación hay entre ser buena persona y un buen profesional?» … la respuesta, la semana entrante en el próximo artículo.