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Laura Rodríguez Blanco

Barcelona, 7 feb (EFE).- La mayoría de violaciones no dejan lesiones visibles y en ocasiones las víctimas ni siquiera pueden decir que no: la sumisión química, las reacciones neurológicas de "inmovilidad tónica" o el abuso de poder dificultan oponerse a una agresión sexual.

En una entrevista con Efe, la abogada Nahxeli Beas, de la Associació d'Assistència a Dones Agredides Sexualment (ADDAS) de Barcelona, analiza los problemas de enjuiciar las agresiones sexuales a partir de la violencia o la intimidación, un asunto que ha vuelto al debate público por la propuesta socialista para reformar la ley del solo sí es sí.

Esta experta advierte de que "un estereotipo muy fuerte que pesa sobre las violencias sexuales es que dejan lesiones objetivables".

Según indica, las estadísticas que maneja la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestran que menos de un 20 % de las agresiones dejan un rastro físico en las víctimas y solo en un tercio de casos provocan lesiones.

Por ese motivo, considera que al enjuiciar las denuncias por agresión sexual hay que apostar por "un modelo que no implique que la inexistencia de lesiones o prueba de violencia o intimidación, además de la violencia que supone de por sí la violencia sexual, impida perseguir o deje impunes estos crímenes".

En opinión de la abogada, el modelo de la ley del "solo sí es sí" permite que pueda ser considerada una agresión sexual "aquellas situaciones en las que la mujer no ha podido explicitar un ‘no’", lo que, a su parecer, "en muchos casos se han malinterpretado como un consentimiento".

CUANDO EL CEREBRO IMPIDE REACCIONAR

La "mal llamada sumisión química", apunta Beas, es el más conocido de esos supuestos: se trata de agresiones en las que la voluntad de la víctima queda anulada por el consumo de sustancias tóxicas -sean o no administradas por el presunto violador-, lo que "dificulta" expresar la negativa a una relación sexual.

Las víctimas de una agresión sexual pueden sentir también "inmovilidad tónica", una reacción del cerebro en situación de colapso que se activa "cuando ninguno de los instrumentos de negociación funciona y al cuerpo solo le queda la parálisis como método de supervivencia".

Otro de los factores que puede dificultar expresar una negativa clara es la llamada "indefensión aprendida", cuando una mujer se queda atenazada ante una agresión sexual por el recuerdo de otras situaciones de violencia sufridas a lo largo de su vida, con lo que "es fácil que se quede paralizada", añade Beas.

Y a ello se suma el desequilibrio en la relación de poder entre el agresor y la víctima. "Si tú estás trabajando indocumentada con un jefe que usa su rol de poder para abusar de ti es muy difícil que puedas decir que no", ejemplifica la jurista.




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