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Como resulta que escuchar a algunos hablar de paraísos fiscales me produce vergüenza ajena, convendría dar un pequeño repaso a conceptos que, aunque aparentemente complejos, explican realidades que, si bien asimismo intrincadas por encerrar operaciones de ingeniería financiera en la mayoría de los casos, responden a un mecanismo muy viejo. Lo explicaban muy bien Plauto y Moliere en dos de sus mejores obras. Y no es otra que la avaricia unida a la insolidaridad que se halla ínsita en la cualidad de determinados seres que, no contentos con crear riqueza, unos de manera legal y otros delinquiendo, se dedican a atesorarla con el único fin de mantenerla a recaudo propio. 

Pero puesto que el avaro moderno normalmente atesora para gastar a manos llenas, es aquí en donde el truco no consiste en defraudar, que también, sino en ocultar. Porque no nos engañemos. Lo realmente importante de estos reinos de la estafa social reside en esconder. Y ahí el término inglés, tax haven (refugio o guarida fiscal), aunque también inicialmente confuso, nos da una idea más aproximada del fin al que están destinados estos espacios repartidos a lo largo y ancho de todo el globo terráqueo.

El qué y el cómo.

La guarida fiscal nace y se hace para defraudar. Las fugas de capital o dinero sin control entre países, dicen que mueven entre 600.000 millones y 1’5 billones de dólares anuales, es decir, del 2 al 5 % del producto mundial bruto. El mecanismo es bien simple: ¿Tiene Vd. mucha pasta? ¿Quiere que se la guardemos? Le creamos una sociedad o complejo de ellas en nuestro refugio siempre que no realice ninguna actividad económica aquí. Nosotros solo movemos capital. Si tiene problemas y nos piden información, no sabemos nada. Es más, la sociedad puede aparecer a nombre de gente de nuestro país. E incluso, cuando parezca que le tienen pillado, solo tenemos que darle a una tecla del ordenador para que su patrimonio, por arte de birli birloque, pase de aquí a otra guarida. Voilá.

Ya sabemos lo que es un paraíso fiscal. De ahí al blanqueo, solo un paso. Tan solo hace falta que el dinero del delincuente vuelva a sus manos. ¿Es que se ha ido? Bueno, tampoco. Pero para gastar la pasta en el país de origen de cada uno, hace falta que el dinero aflore. Inmuebles, negocios, juegos de apuestas, el contrabando, el pitufeo, los envíos de dinero … En fin, decenas de fórmulas a gusto del consumidor.

Si vamos a internet, encontraremos infinidad de anuncios a modo de “hágalo usted mismo que nosotros le seguimos”. Si no, existen infinidad de entidades con servicios de banca privada que ofertan “servicios de planificación fiscal”. Es decir, si le da miedo volar, no le hace falta embarcarse. Lo de los maletines, aparte de burdo, es que está anticuado.

No están todos los que son. El “arte” de los tratados.

Si a Vd., que probablemente poco o nada sabía de lo que es un paraíso fiscal le dicen que Panamá, Suiza, Andorra o Gibraltar no tienen tal consideración, ¿cómo se queda? ¿A qué en efecto le sonaba que en esos territorios el secreto bancario es sagrado? Pues aparte de esto, y a pesar de la forma opaca en la que tratan la información y las múltiples y cuantiosas sanciones económicas que reciben por infracción de las normas antiblanqueo, éstos y otros muchos países y estados del planeta hacen de la elusión y la evasión fiscal, cuando no del blanqueo, su propio negocio. Es más, muchas de las principales compañías internacionales a nivel mundial pagan menos impuestos proporcionalmente que un simple asalariado acogiéndose a estrategias de planificación fiscal que pasan por domiciliar fiscalmente la empresa en uno de esos refugios. Y con la simple firma al peso de tratados internacionales de cooperación, salen de la lista negra. Lista que actualmente no llega a la decena de estados cuando en realidad estamos hablando de muchas decenas.

¿A que tampoco sabía que si Vd. es extranjero y crea una sociedad en la City de Londres (Reino Unido), en Delaware, Wyoming o en Nevada (USA) que no tenga actividad allí, se le exime de pagar impuestos? Es decir, que no solo son unas islas en el Caribe, otras en el este asiático, en el Canal de la Mancha y en otros países de sobras conocidos por todos.

Pues como cayeron dos torres muy grandes en cierto lugar a consecuencia de la facilidad con la que circula el dinero negro por el planeta, por eso se ha endurecido la legislación internacional contra el blanqueo. Y ya no solo se la conoce con el nombre de antiblanqueo sino también contra la financiación del terrorismo. Y ni por esas desaparecen los paraísos fiscales. Y ahora, que le vengan algunos con la milonga de que este o aquél no es paraíso fiscal. O que otros le intenten convencer de que van a terminar con estas guaridas.

Y unos a prisión y los más listos …

Que como consecuencia de lo anterior, se ha redoblado la labor de las fuerzas de seguridad del estado y la de nuestros jueces, y por ello empiezan a salir a la luz tramas de blanqueo. Y algunas potentes que afectan a políticos corruptos, banqueros sin escrúpulos y demás listos.

Pero que a pesar de la restructuración legal de la Agencia de Recuperación de Activos, sabemos la dificultad que entraña el localizar y repatriar esos fondos por la fuerza. Y a ello hay que sumarle que el blanqueo en la mayor parte de los casos se trata de un delito latente, es decir, que salvo que se logre de una vez esa recuperación de fondos, es fácil que se mantengan lejos del alcance de la justicia, lo que facilita no solamente la posibilidad de seguir ocultándolos sino de continuar blanqueando.

Y que la prisión preventiva solo se reserva para unos cuantos chivos expiatorios que, al final, también acaban por sacarnos la lengua a los demás con sorna. 




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