Antonio del Rey
Madrid, 29 abr (EFE).- Había superado Pedro Sánchez su minuto de oro, uno más en su procelosa carrera política, al anunciar a toda España que iba a continuar al frente del Gobierno cuando en el silencioso jardín del Palacio de La Moncloa se escuchó un grito, una exclamación jubilosa que resumía el alborozo de la familia socialista.
A los cinco minutos y trece segundos del inicio de su declaración institucional Sánchez ha pronunciado su "he decidido seguir" tras una pausa silenciosa que ha recordado los momentos estelares de los "realities" televisivos en las cruciales expulsiones de los concursantes.
Sánchez ha dicho que continuaba, ha añadido que su decisión no suponía "un punto y aparte", y entonces los dos micrófonos del atril desde el que hablaba han recogido un grito de alegría, una especie de "Uuuuuhhh" de origen desconocido que no ha turbado el semblante del presidente.
Porque el actual inquilino de La Moncloa y líder socialista no ha sonreído ni una sola vez en los ocho minutos y medio de su discurso, pronunciados con tono solemne, desde la escalinata de La Moncloa, conocida porque allí recibe a sus visitantes más insignes y porque sirven de escenario a las fotos oficiales de cada Gabinete.
Puede pensarse que Sánchez estaba nervioso al iniciar su alocución porque ha arrancado con un extemporáneo "buenas tardes" a las once de la mañana de un lunes de primavera, pero a partir de ese instante ha hablado de manera serena, extremadamente serio, ciñéndose al discurso y alternando miradas hacia los papeles que tenía en el atril con otras a la cámara.
Todo ello sin periodistas delante, ante el personal de Moncloa y el equipo técnico encargado de una retransmisión que había generado una gigantesca expectación por el insólito paréntesis epistolar del presidente, que comenzó el miércoles por la tarde con una carta y ha terminado con más de ocho minutos de declaración televisada.
Se sabe que allí también estaba la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, junto al ministro Félix Bolaños y el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, testigos privilegiados de lo que todo el mundo ha podido conocer por las pantallas.
Gracias a esas imágenes se ha podido ver cómo las puertas del palacio se abrían solas para que el jefe del Gobierno, con paso firme, pudiera comenzar sus explicaciones, tras colocar los micrófonos, con las protocolarias banderas española y europea a sus espaldas.
Ha hablado sin prisa, moviendo levemente las manos, casi simétricamente y al unísono, a veces para dar énfasis y otras apoyándolas en la plataforma donde tenía el escrito de su discurso; y todo ello mirando fijamente a la cámara, con expresivos movimientos de cejas.
Y las pausas. Con ellas ha dado intensidad a algunas de las sentencias más significativas de su declaración institucional, pero la más potente, la que seguramente habrá generado mayor atención y silencio entre los españoles que le seguían por televisión o las redes, socialistas o no, ha sido la previa al minuto 5,13.
En ese momento, tras revelar que había informado previamente al rey, ha mirado fugazmente hacia abajo tocando sus papeles y se ha dirigido otra vez al frente para, con un mínimo movimiento de manos, proclamar: "He decidido seguir".
Después, el grito. Solitario como su comparecencia. Punto y aparte.
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