Oscar Daniel Franco Conforti
Las dos… las tres, las múltiples Cataluñas que ellos no ven, que algunos ven o ¿qué todos ven?
El conflicto es una forma de socialización ambivalente, que desvela y enmascara.
Así lo expresaba el filósofo y sociólogo alemán Georg Simmel: «cuando, producidas por ellas, [las causas de la lucha, los elementos propiamente disociadores] ha estallado la lucha, ésta es un remedio contra el dualismo disociador, una vía para llegar de algún modo a la unidad, aunque sea por el aniquilamiento de uno de los partidos», considerado como uno de los fundadores de la sociología moderna por sus aportes en cuanto a las leyes que rigen el funcionamiento de los grupos sociales.
Por un lado, el conflicto disocia, rompe la unidad social histórica, pero a la vez el conflicto enmascara el mecanismo de socialización que sólo se desvela cuando se produce la lucha entre los grupos (Conforti 2016, Tutela Judicial Efectiva y Mediación de Conflictos en España. Tecnos. Madrid).
La situación actual en Cataluña desvela dos grupos claramente antagónicos, españolistas e independentistas.
Sin embargo, cabe preguntarse: «¿Qué pasa con las personas que quedan en medio?», y es que la idea de que el conflicto en una relación entre grupos de individuos implica una referencia al tema de su origen y al de la función social que éste cumple y, muy particularmente, una referencia a las características que se le atribuyen a los grupos sociales.
Simmel enfatizaba la continuidad entre conflicto y otros procesos sociales. En este sentido, la organización social descansa en un interregno de cooperación y conflicto.
Simmel expuso su teoría en dos apartados: en el primero de ellos:
- analizaba la naturaleza sociológica del conflicto vista como una herramienta o mecanismo de socialización.
- planteaba sus reflexiones sobre la consideración del conflicto en relación a la estructura de los grupos sociales en los que el conflicto se produce y en relación a la estructura de los grupos en conflicto.
En el trabajo de Simmel destaca el abordaje de las consecuencias que para el grupo social y su estructura tiene la existencia de un conflicto, distinguiendo aquí tres supuestos:
a) El conflicto externo: es una situación en la que el grupo social A, se enfrenta al grupo social B.
b) El conflicto interno: un conflicto entre dos colectivos pertenecientes a un mismo grupo social.
c) El conflicto mixto: aquel que surge como una combinación de los dos anteriores, es decir, cuando uno de los colectivos forma parte de un grupo social más amplio, como es el caso de un grupo «disidente» que sea lo suficientemente grande como para poder poner en cuestión al grupo en su totalidad y con ello se produce el conflicto.
Sin duda una de las aportaciones más importantes de Simmel ha sido la consideración del conflicto como la base de la formación grupal.
La lucha obliga a la concentración y cohesión de las personas que integran el grupo y a la vez a la exclusión de los elementos (personas) que pudieran de algún modo contribuir a borrar los límites que separan al grupo del enemigo.
En tal sentido las personas que quedan en medio de los dos grupos antagonistas (españolistas e independentistas), pasan a integrar las filas del conflicto interno en ambos grupos, y ello en definitiva los lleva a formar parte de una Cataluña de múltiples identidades (Conforti 2017, Construcción de Paz. Diseño de intervención en conflictos. Dykinson. Madrid).
El conflicto externo cohesiona y por eso hoy hay, cuanto menos, dos Cataluñas, es preciso, como lo propusiera en el artículo Cataluña: tiempos violentos. La violencia no resuelve el conflicto, que con ayuda de un tercero neutral se comience a trabajar en la deconstrucción de la imagen del “enemigo”, es decir, deshacer analíticamente cada uno de los elementos que constituyen la estructura de esa imagen tomando como punto de partida la diferenciación entre “persona” y “problema”, y a la vez deconstruir los elementos constitutivos del “conflicto” tomando como punto de partida la diferenciación entre “problema” y “conflicto”.