Carpeta de justicia

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Hoy no toca hablar de trabajo que estoy de vacaciones. Y no me preguntéis porqué, porque no hay explicación razonable alguna, me vino a la cabeza aquel magnifico poema de Francisco de Quevedo que hablaba de un hombre a una nariz pegado. Y se me ocurrió imaginar qué podría pasarle a otro ser más o menos humano, si en lugar de andar pegado a una nariz, lo estuviese haciendo a un par de pabellones auditivos de proporciones descomunales y ya puestos, a elucubrar sobre lo que ocurriría en nuestros tiempos, en lugar de situar la escena en el siglo de oro.

No se si fueron los 38º de temperatura que soportamos ayer, pero me salió esto:

Erase un par de orejas a un hombre pegadas. Nadie sabe si esto ya le venía así de nacimiento, o empezaron a crecerle después de ver “Dumbo” un montón de veces… que parece que el hombre era muy de Disney. Lo cierto es que el bueno de Serafín iba siempre escoltado por dos inmensas orejas, sacadas, directamente como digo, de la peli de Dumbo. Y poco a poco, casi sin darse cuenta, fue desarrollando una extraña habilidad. Su pabellón auditivo izquierdo, empezó a funcionar exactamente igual que un auricular, más concretamente, el que se corresponde con la identificación “L” de todos los auriculares izquierdos. Otro tanto ocurrió con la oreja del lado derecho, que asumió las funciones del auricular “R”. Así pues, nuestro hombre, sin comerlo, ni beberlo, se puso a funcionar en estéreo que como es sabido es mejor que hacerlo en modo “mono”.

Serafín pues, iba por la vida son su estéreo incorporado, haciendo de su pretendido defecto virtud hasta el punto que era la envidia de toda esta peña a la que incomprensiblemente le gusta el reggaetón. Pero con el tiempo, se dio cuenta de que lo del estéreo empezaba a quedarle corto. Así que empezó a tirar de su pabellón auditivo izquierdo, el “L”, que a base de la tensión, acabó siendo capaz de sobrepasar la frente de Serafín hasta conseguir que contactase con el pabellón derecho, el “R”. Fue necesaria mucha paciencia, pero al final lo consiguió. Seguidamente hizo lo mismo con su pabellón derecho, el que volteando el cogote, llegó a tomar contacto también con “L”. El hombre estaba que se salía, había conseguido el máximo: Ya disponía de sonido envolvente “Dolby – surround”. Había alcanzado el Nirvana.

Dicho esto y visto su resultado, prometo no volver a hacer experimentos raros a base de infusiones con las hierbas exóticas que uno se encuentra por el campo, que parece que junto a los 38º centígrados, pueden tener ciertas consecuencias.




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