La mayoría de las crisis en las compañías se producen por violar normas invisibles, por traspasar límites éticos, por no demostrar compromiso social, básicamente por no cumplir las expectativas de los consumidores, clientes, de la gente en general.
Las personas no esperamos que las empresas sean infalibles, sino que sean transparentes. No esperamos que hagan y cumplan lo legal, sino que lo ético, lo que es correcto; que se preocupen del bien social y sean coherentes con su misión, visión y valores. Que aquello que dicen en sus relatos corporativos, efectivamente lo hagan. La sociedad se mueve por expectativas, y se identifica con las empresas, entonces cuando éstas le fallan a las personas, se sienten defraudados.
Como estamos en una época de transparencia radical y en la cual cualquier crisis se propaga a la velocidad de la luz, mediante las redes sociales, las empresas y directivos están obligados a prepararse para responder en cualquier momento de forma rápida y ágil, ya que la escalada de una crisis no es cuestión de horas, sino de minutos. Las crisis tienen que ver con la confianza y las empresas están aprendiendo que la única forma de gestionarla es siendo hipertransparente, reconociendo el error, mostrando voluntad y disposición a reparar el daño ocasionado.