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Lenta pero inexorablemente seguimos observando como los derechos que antes dábamos por seguros, cuasi-absolutos podríamos decir, y totalmente asentados, se van desdibujando. La trampa acerca de la creencia en la separación de poderes de Montesquieu se convierte ahora en una historia hilarante, en un primer momento nos vendieron que esa separación garantizaría la libertad, los derechos y nos protegería del poder absoluto, más tarde comprobamos que esa separación de poderes era una quimera, un artificio, un instrumento que los moradores del poder están terminando de destruir, vanagloriándose de su gesta, esta vez, a diferencia de la anterior lo están haciendo sin esconderse y ante nuestras pasivas caras.

Estamos ante la analogía moderna del síndrome de la rana hirviendo, esta analogía se utiliza para demostrar un fenómeno que ocurre cuando, ante un problema que la gente no percibe como grave, la falta de conciencia que genera provoca a su vez que no exista reacción alguna, o que cuando queramos reaccionar sea tan tarde que los daños ya ocasionados sean irreversibles.  El experimento es sencillo, si se mete una rana en agua hirviendo saltará de inmediato, pero si esa rana se mete en agua fría que poco a poco se va calentando hasta el punto de hervir, la rana no percibirá el peligro y morirá cocida.

Imagínense un caso hipotético,  con la excusa de  una justificación socialmente aceptable, poco a poco y de manera gradual que nos empezasen a recortar derechos, la libertad de circulación, la libertad de empresa, la libertad de reunión, la inviolabilidad del domicilio,  los derechos laborales, que se modificasen instituciones del estado, se le prohíbe al Rey hacer su papel, se atenta contra la imparcialidad e independencia judicial, se manipula al ministerio fiscal, se decretan estados de limitación de derechos, sin amparo legal  por autoridades claramente incompetentes, pero todo ello, eso si, poco a poco, y con un trasfondo que no percibimos como un riesgo para nuestra forma de vida, ¿no sería esa nuestra enorme olla de agua y nosotros esas tristes ranas?

 Esta estrategia no es moderna, Maquiavelo que nació en 1469 ya les dio algunas pistas, a los gobernantes en su libro el Príncipe, un tratado de cómo llegar al poder y mantenerlo, en él decía “Los príncipes deben ejecutar a través de otros las medidas que puedan acarrearles odio, y ejecutar por sí mismos aquellas que les reportan el favor de los súbditos”.

¿Se imaginan que ese otro bien vendido y manipulado se llamase COVID19?




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