Es su naturaleza, y como el escorpión ha de picar, ella ha de engañar. Unos padres, tres hijos. Testada, clausula Socini, el uno para el otro, pero la herencia no se tramita. Uno de los hijos, divorciado y con los problemas derivados de las adicciones, inicia la convivencia con el padre. Este fallece y presenta a sus hermanos el testamento del padre, los ha desheredado.
Mi ahora clienta, entonces puso sus problemas en manos de un abogado de su localidad; y existiendo dos causas, el desahucio del hermano coheredero de la casa de los padres y la cuestión de la impugnación de la desheredación, únicamente se inició esta última. El hermano perdió el pleito, pero mientras duró, vivió, sigue viviendo en la casa de sus padres.
Los bienes gananciales de los padres, únicos bienes junto a alguna cantidad de dinero en cuenta a los momentos de los fallecimientos, era una vivienda y su plaza de garaje ambos de carácter ganancial. A la madre le correspondería media vivienda y media plaza de garaje, a cada hijo, según el testamento de la madre, un tercio de esa mitad. Al padre, como a la madre le correspondería las otras medias partes de la vivienda y plaza, si bien, el testamento impugnado disponía los tercios de libre disposición y mejora a favor del hijo conviviente con el padre, y el de legítima por partes iguales.
La situación es la siguiente, la herencia de la madre se divide en tres, libre disposición, mejora y estricta legítima, tres hijos por igual, cada uno tiene un tercio de cada uno de esos tercios; con relación a la totalidad cada hijo por parte de madre adquiere una sexta parte - (½) /3 = 1/6- ; la del padre se divide también entre tres, si bien dos tercios corresponden a un solo hijo, y del otro tercio, legítima estricta, un tercio también. Si en vez de tercios, cada herencia la dividimos en nueve partes, tres por tercio, tenemos dieciocho novenos en total, de estos, el hijo conviviente con el padre adquiere de su madre 3/9, de su padre por libre disposición 3/9, por mejora otros 3/9 y, por estricta legítima 1/9, total 10/9; los otros dos hermanos, cada uno recibe de la madre 3/9 y del padre 1/9, total 4/9. De la muerte de la madre a la del padre pasaron unos años, de la del padre a hoy, casi otros tantos. Dos herencias. Se han de liquidar tanto el impuesto de sucesiones por ambas herencias como la plusvalía municipal de la vivienda y de la plaza de garaje. Si se venden la vivienda y la plaza de garaje, de nuevo se tendrá que liquidar la plusvalía municipal y en el IRPF, la plusvalía de la misma, calculada para cada una de ellas, desde la muerte de la madre y la del padre.
La lógica jurídica, la lógica de la cuestión civil, unida a la lógica de la cuestión tributaria marca una pauta: la vivienda ha quedar en manos del hermano con más cuota en ella, pues no tiene otra vivienda, y las ventas a terceros genera costes fiscales altos, y este debería entregar a sus hermanos una compensación por sus cuotas hereditarias.
La lógica jurídica es desatendida por los hermanos de mi clienta, incrédulo ante, la no tramitación de la herencia de la madre, la no tramitación de la herencia del padre y, el enrocamiento del hermano en la vivienda común, dada la realidad de los testamentos, establecí de común acuerdo con la clienta una estrategia, en la esperanza de un arreglo entre hermanos y el evitar gastos, dejando la herencia de la madre a un lado, la clienta demandaría pretendiendo el desahucio del hermano y la liquidación de la herencia del padre.
En la cuestión de la herencia del padre, había intentado el acuerdo entre hermanos, que hablen entre ellos, y a lo acordado, los abogados le damos forma. Mis colegas, en varios momentos dijeron no. El día señalado por el Juzgado, quede con la colega una hora antes a la puerta del Juzgado, así, podría hablar con mi clienta cuanto quisiera. Apareció a instancias de esta colega, el abogado del otro hermano, y como este tiene un despacho cerca, hasta allí fuimos. Quien convivió con el padre me plantea si hay algún problema para hablar a solas con sus hermanos, su abogada y el otro abogado se han venido negando, contesto negativamente, y quedan solos los hermanos. No acuerdan y vamos al Juzgado y, ante el Letrado de la Administración de Justicia, la sorpresa fue mayúscula. El abogado del tercer hermano alegó la existencia de una donación de un automóvil y un préstamo del padre al hijo que convivió con él; la abogada de este, alegó la donación del padre de un automóvil al otro hermano y una deuda del padre para con él consistente en la cantidad mensual recibida en concepto de subvención o ayuda de la Administración derivada de la Ley de dependencia, pues solicitada por la discapacidad del padre, recibida por el hijo, cada mes, este se la entregaba al padre. En ese momento se rompió la baraja. Mi clienta, con cara de circunstancias me comentó, “así que a cada hermano le dio un coche y a mí, la máquina de coser de la abuela”.
El día antes del juicio de desahucio, la colega solicita al Juzgado la suspensión de la vista, motivo, ha solicitado la presencia de un testigo, el otro hermano, y no ha sido citado por el Juzgado. Supuse el viejo truco de fijar una dirección distinta a la real, y conforme la diligencia recibida tras la vista, no me había equivocado. Este hermano, no es parte en el juicio de desahucio, por mensaje telefónico comenta a su hermana la disposición de ser testigo, se le dice si, y contesta excusándose para no asistir pues “no citado, ni pises por el juzgado” dice haberle dicho su abogado.
Antes de la vista de nuevo comento a la clienta, cuyo ánimo se balancea entre el corazón y el cerebro, entre no hacer daño a su hermano quien lo suyo tiene de por sí, y la rabia por lo vivido desde hace años, desde la ruptura de toda relación entre los hermanos, la conveniencia de un acuerdo, ella admite el dolor de dejar a su hermano en la calle. Llegamos a la puerta de la Sala de Vistas, allí está el hermano con su abogada. Insisto a la clienta, camina hacia su hermano y se retiran a un rincón a hablar; la abogada se me acerca, y socarrón le pregunto sobre las posibles sorpresas en la vista, se hace la ofendida, de nuevas, y nos llaman; ella comenta a la jueza la situación y se nos espera con cierta prisa, han de celebrar una boda. Los hermanos siguen hablando, entramos en la conversación los dos letrados, reitero mi posición, y admiten poder llegar a un acuerdo.
La jueza, comenta no admitir el testigo propuesto por mi compañera y, conocedora del otro asunto, la herencia del padre, recogido en la contestación a nuestra demanda, nos dice que un nuevo señalamiento sería por abril; comento lo ahora referido con relación a las cuotas de la herencia y como el costo fiscal nos lleva al absurdo, siendo la solución lógica la indicada; la división de las herencias y los costes tributarios son cosas de cajón, y las cuentas entre hermanos, cosa exclusivamente suya. Está de acuerdo y admite la suspensión del juicio de desahucio. La colega me indica la conveniencia de suspender la vista próxima sobre la herencia, me niego a ello, una cosa es eludir la salida del hermano de la vivienda, otra cosa, es no fijar judicialmente las cuotas de la herencia y su contenido.
Y la vista judicial para nombrar contador partidor se ha de celebrar el martes, fecha de publicación de este artículo, y sorpresa, viernes tarde mensaje por un mensaje de teléfono de “la colega”; a pesar de mi negativa, me insta a la suspensión de la siguiente vista, pues como hemos suspendido la vista del desahucio, con el otro letrado ha suscrito un escrito y se ha remitido al Juzgado solicitando la suspensión de la vista del martes. Viernes tarde, llega el correo con el texto del escrito remitido al Juzgado. Pues no aparecen las firmas de los “letrados”. Pues el texto de la solicitud de suspensión no me convence. El secreto profesional impide hacer uso de ese mensaje telefónico; el escrito al Juzgado no lo firman los letrados sino los procuradores. ¿Qué pretenden? Si lo sé, pero no se puede escribir. El engañar es su naturaleza.
Comento esto en casa, mi hijo, joven, me recuerda lo de Forrest Gump y aquello de “tonto es quien hace tonterías”, y yo, tratando de resolver un problema, me dice, he hecho una tontería. Tiene razón. Quizá, pueda resolverla en primavera. Confieso: he sido tonto, he hecho una tontería.