Explico primero de donde venimos, para que pueda apreciarse como y donde hemos llegado. La cosa va de los “nuevos” sistemas y métodos de atención al público y a profesionales en los Juzgados de lo Social.
Eran aquellos tiempos lejanos en los que los hoy Juzgados de lo Social se llamaban aún Magistraturas del Trabajo. Entonces, por lo menos en Barcelona, cuando se tenía que hacer un acta (tanto si era de acuerdo, como de suspensión o de lo que fuese), los letrados de ambas partes íbamos directamente a la mesa donde estaba ubicado el oficial que llevaba el caso y nos poníamos uno a cada lado del mismo. En cosa de unos pocos minutos íbamos dictando a la persona en cuestión el contenido del acta, de modo que lo que se escribía ya estaba automáticamente consensuado entre todos. Una vez escrita el acta, le dábamos un repaso para corregir, si lo había, algún error y si todos estábamos de acuerdo, firmábamos y nos íbamos cada uno a su casa o despacho con la satisfacción del deber cumplido. Y ojo que entonces se escribía todo con aquellas míticas máquinas de escribir mecánicas marca Hispano Olivetti, haciendo las copias en “papel cebolla” y poniendo papel carbón entre una copia y la otra. Nada de ordenadores ni de Word, ni esas cosas de hoy en día.
En Barcelona, por lo menos seguimos con este magnifico y eficaz sistema, cuando los Juzgados pasaron a llamarse de lo Social y entró en funcionamiento, por fin, la informática. A partir de ahí, incluso íbamos más deprisa, porque empezamos a usar las actas “de plantilla” guardadas en la memoria del sistema informático. En cinco minutos podíamos haber redactado y firmado un acta de “plantilla” de un acuerdo de despido más o menos normalito.
Pero llegó la Ciudad Judicial. Un magnífico complejo de edificios judiciales en los que inicialmente no tenia cabida la jurisdicción social. Hasta que alguien decidió, in extremis, meternos en un edificio que mire Vd. que casualidad, no estaba pensado para albergar ninguna sede judicial. Y ahí estamos, fuera, incluso del municipio de Barcelona, porque sí, por causa de un misterio jamás desentrañado, los Juzgados de la ciudad de Barcelona, no están en Barcelona, están en el municipio de L’Hospitalet del Llobregat. Será por aquello de facilitar la competencia territorial, supongo.
La cosa es que acabamos metiendo a cuatro Juzgados en cada planta del edificio, utilizando los armarios repletos de expedientes, para separar las secciones y los propios Juzgados, apiñando a los funcionarios de mala manera, poniendo las mesas pegadas, unas a las otras. Esto sí, para acceder al espacio de trabajo de los funcionarios debíamos superar una línea de mostradores de atención al público. Yo ya los había visto en otras partes, como por ejemplo en Madrid, pero en Barcelona, esto era algo insólito y nunca antes visto.
Aún así, nosotros a lo nuestro: Superábamos sin impedimento alguno el mostrador y seguíamos poniéndonos un letrado a cada lado del ahora ya Gestor Procesal (o algo así… que no consigo aprenderme estas modernidades absurdas…) y seguíamos redactando las actas con la misma eficiencia de siempre…. Hasta que llegó un fatídico día a partir del cual ya no nos dejaron superar la barrera arquitectónica del mostrador. Y ya no podíamos ir a ver al funcionario de turno para gestionar el papeleo del expediente y mucho menos para hacer las actas por el sistema del dictado directo y consenso simultáneo con el contrario.
Cuando nos pilló la pandemia, lo de las actas solía funcionar así: Si teníamos suerte y conciliábamos o suspendíamos ante el LAJ y éste era más o menos espabilado, podíamos conseguir algo parecido a lo de antes. El letrado de la Administración de Justicia sobre la marcha redactaba el Acta y los letrados de las partes estábamos vigilantes de lo que se escribía para hacer las observaciones que interesaban a la mejor defensa de nuestros clientes. Imprimíamos y firmábamos. Si el LAJ, no era tan eficiente, empezaba el calvario. Nos echaba de su despacho, nos situaba al otro lado del mostrador y nos hacía esperar hasta que salía el acta ya redactada en manos del funcionario que nos la ponía a la firma. Tocaba entonces revisarla y en muchas de las ocasiones, corregir bien errores de transcripción, bien errores de comprensión. En uno u otro caso, vuelta atrás…vuelta a redactar y a rezar para que no volviesen a cometerse errores. Aquí ya, el proceso desde que se iniciaba el acta hasta su definitiva firma, comportaba esperas medias y no exagero, de hora, hora y media por acta. Nadie ha sido capaz, a día de hoy, de dar una explicación razonable del porqué de este curioso fenómeno. Y no digo nada si el acta se tenía que redactar cuando el acuerdo o suspensión lo era ante el Juez y no quedaba grabado en el sistema de grabación de vistas existente en la Sala. En estos casos SSª solía anotar los términos del acuerdo o la suspensión en un cutre post-it que se quedaba pegado a los Autos. Luego el Auxilio Judicial (lo que toda la vida ha sido un Agente Judicial) tenía que subir los Autos a la oficina judicial ubicada generalmente varios pisos encima de la Sala… Ya he dicho lo de que el edificio no estaba pensado para albergar sedes judiciales, ¿no?... y después, pues la espera esta de la hora, hora y media y no veas si teníamos que hacer correcciones… vuelta los Autos a la Sala que está varios pisos debajo, esperar que se acabe el juicio que está en curso, nuevas anotaciones en otro post-it y vuelta a empezar con la espera esa de la hora o vaya Vd. a saber cuanto…
Y como decía, a todo esto, llega la pandemia. No cuento lo ocurrido durante esta situación excepcional, pero si recordar y refrescar la memoria de cuando para atendernos nos obligaban a pedir cita previa, incluso meses después de que la Ley ya hubiese eliminado esta obligación, cuanto menos, respecto de los profesionales. También durante la pandemia se fue progresivamente extendiendo la cosa de colgar un cartelito en el mostrador del Juzgado diciendo que si el funcionario que debería atender el mostrador, no estaba, que se llamase a un número de teléfono y que saldrían a atender. Y esto ha quedado, parece que ya para la posteridad. Lo curioso es que uno llama a este número y suena el teléfono que está justo en el mostrador, aunque lo descuelgan – si tiene uno suerte – desde dentro de la oficina judicial. Y luego si, generalmente acaba saliendo alguien a atender. Lo que nunca está claro, es cuando.
Así que ahora mismo, si uno no tiene la fortuna de pillar al funcionari@ en el mostrador, tiene que llamar a un número de teléfono para que alguien que no está más lejos de unos 10 metros acuda a atender si así lo tiene a bien. En ocasiones uno puede ahorrarse la llamada si tiene la fortuna de que el funcionari@ del Juzgado vecino está en el mostrador y accede a llamar a su compañer@ de al lado. Pero el otro día el funcionario vecino, me dijo que tenía que llamar sin otra alternativa. Entonces yo le dije educadamente que si me pagaba la llamada, ningún problema. No me contestó y opté por no llamar y quedarme allí, esperando…. En pocos minutos se formó una cola de cuatro personas y sin compincharnos entre nosotros, todos decidieron no llamar y quedarse allí esperando. Y así estuvimos como unos 10 minutos, hasta que finalmente apareció la funcionaria… que mira por donde, venía de la Sala con unos Autos con el post-it pegado… y detrás de ella, las partes decididas a esperar la espera esa de la hora – hora y media para hacer un acta de plantilla. Porque sí, la gracieta esta de la “nueva” forma de hacer las actas, también parece que se ha consolidado definitivamente.
Alguien tenía que decirlo.