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Estos días he conocido la historia de don Florentino Quevedo, un gallego de 97 años que sigue ejerciendo la Abogacía en Asturias. Se colegió en Oviedo en 1961 y afirma que no tiene ninguna intención de abandonar esta bendita profesión. Sin duda, se merece el mayor de los halagos. 
 
Esto me ha hecho reflexionar sobre otra cuestión. Tan necesaria es la aportación de don Florentino como la de los jóvenes que acaban de colegiarse y afrontan los retos de la Abogacía con más ilusión y ganas que experiencia. 
 
La vida colegial no sería lo mismo sin la especial visión de la juventud. En sus manos está el futuro de esta profesión y son ellos los que pueden abrirnos los ojos en asuntos tan cruciales como la tecnología. 
 
Por eso cuando presido un acto de jura de nuevos letrados siempre les animo a involucrarse en el Colegio de Abogados de Málaga, a que participen en las secciones y comisiones, y a que mantengan relación con el Grupo de Abogados Jóvenes, donde les ayudan a dar sus primeros pasos como letrados con todas las garantías tanto para ellos como para sus clientes. 
 
La participación de los abogados noveles en la Abogacía institucional es fundamental, sí, pero hay que propiciarla. Es necesario facilitarla y potenciarla. Los jóvenes necesitan su propio espacio, sentirse independientes. Sus demandas, necesidades y reivindicaciones no sólo deben ser escuchadas, sino que necesitan de un altavoz que las hagan llegar al conjunto de los abogados y de los ciudadanos. Sólo así conseguiremos que se expresen con libertad e independencia, requisitos básicos para que se sientan libres y puedan dar lo mejor de sí. 
 
Observo con preocupación cómo se ningunea en algunos lugares a la Abogacía institucional joven y creo que no es justo. Es imprescindible reconocer su movilización y ayuda en los logros que, todos juntos, hemos conseguido en los últimos años, como la retirada de las tasas judiciales, el pago del turno de oficio o la paralización de la ley de demarcación y planta. En lugar de censurarles, hay que reconocer su trabajo y darles el espacio que merecen, sin perder de vista su altísima formación académica. 
 
En Málaga, el Grupo de Abogados Jóvenes tiene funcionamiento autónomo y sus miembros son especialmente activos, algo de los que estamos orgullosos. Es evidente la importancia de la veteranía para el ejercicio de esta profesión, pero no es menos cierto que en la Abogacía institucional, como en tanto otros ámbitos de la vida, la juventud es un grado. Permitamos que asuman la responsabilidad que les corresponde y que lideren el futuro de esta profesión. 



Comentarios

  1. Borja Medín

    Como "joven" abogado es un placer leer artículos como este en el que Javier hace que juventud y responsabilidad vayan unidas de la mano. Yo creo que la veteranía es lo más importante, sin duda, pero de nada servirá dicha veteranía si no es para crear referentes a los que seguir, que nos enseñen las pasiones del Derecho, a esforzarnos o a hacer muchas cosas al mismo tiempo a los que venimos detrás.

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