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Son las 8:30 de la mañana. Tras intentar desperezarme sin conseguirlo demasiado, le echo un vistazo al móvil. Hay un mensaje de un colega que me ha enviado a las 5:29 horas de la mañana. Que por favor le llame. Lo hago de inmediato y me cuenta que un cliente suyo ha recibido una sentencia condenatoria, sin que le conste haber sido siquiera notificado de la existencia de la demanda. Según parece, un empleado suyo recogió la notificación y no le dijo nada… Me dice que solo se le ha ocurrido plantear un incidente de nulidad de actuaciones… que ha encontrado una sentencia del Supremo que dice que este tipo de sucesos, en ocasiones justifican la nulidad de lo actuado, cuando el receptor de la notificación, no tiene facultades de representación de la empresa. Me dice que de hecho ya tiene redactado el escrito y asume que seguramente no conseguirá gran cosa, pero que tiene la obligación moral de hacerlo. Tras unas palabras con él, me doy cuenta de que en realidad no necesitaba consultarme nada, solo precisaba hablar con alguien para desahogarse, liberar un poco la angustia que le había generado el suceso. Lo de menos, casi, es todo lo demás.

Le consuelo como puedo, hago alguna sugerencia que tampoco tengo claro que vaya a funcionar y nos despedimos deseándole suerte. Seguidamente, echo un vistazo al expediente del asunto cuyo juicio tengo señalado para las 10:50 horas. Lo repaso de arriba abajo y sobre las 10 de la mañana, enfilo hacia el Juzgado. Voy a pié, que tengo la suerte de vivir cerca. Antes, me paso por el Decanato a presentar unas odiosas copias, esas que debemos presentar aun teniendo el documento ya escaneado en el expediente digital. Luego subo a la oficina judicial de otro Juzgado a devolver unos Autos. Por fín, voy al Juzgado donde debo celebrar: Mire que soy el letrado de la parte demandada del juicio de las 10:50 horas…. Pues no tengo ningún juicio a las 10:50 en la lista… Contrariado, exhibo la citación. Espere que lo miro en el ordenador…. Pues resulta que la parte actora ha presentado el desistimiento a las 9 de la mañana…

Me acuerdo de la familia del colega contrario por no tener la cortesía de avisarme y llamo al perito que tenía que deponer el el juicio. Demasiado tarde: Ya está en la puerta del Juzgado. Aprovecho para saludarle y abandono la sede judicial.

Vuelvo a casa al son de los desgarrados aullidos de un pobre hombre que estaba en la puerta del Juzgado exhibiendo unos documentos y balbuceando a grito pelado, frases poco o nada entendibles. Parece que alguien le ha arruinado la vida y solo le queda clamar al cielo, porque eso de apelar a la justicia le ha salido rana.
Hoy tampoco puedo olvidar a las gentes de Valencia que siguen estando algo más que fastidiadas por la DANA. Hablar con alguien de por allí, es hablar con quien lo hace con un nudo en la garganta y los ojos anegados. Deseo que, a ellos, por lo menos, no les salga rana. Aunque no pinta nada bien. Y lo más triste es que se veia venir.




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