Carpeta de justicia

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No todo es negativo en nuestro trabajo. Hay días que vale la pena recordar, que es algo que siempre ayuda a soportar los malos momentos. Me tocaba hacer un juicio en el que iba flojo de prueba y la verdad, es que estaba pensando en encontrar alguna excusa para intentar suspenderlo y así tomarme un poco más de tiempo para reforzar la prueba de la que no disponía.

Llego al Juzgado y aparece de contrario uno de los buenos del oficio, con muchos años de recorrido profesional, con el que siempre he tenido muy buena relación a pesar de que siempre vamos de contrarios. Y nada más verme, me pide, a título de favor personal, que suspendamos porque resulta que él también iba flojo de prueba. Le digo que de mil amores porque yo estaba en las mismas y pedimos que nos dejen hablar con SSª para plantearle la suspensión de común acuerdo. SSª y servidor de Vds. habíamos coincidido hace años en unos cursos de formación, así que la cosa prometía porque a malas siempre podía tirar del buen rollo de aquellos tiempos.

Entramos en Sala y en el estrado está una Letrada de la Seguridad Social de la que me atrevo a decir que es la LETRADA, en mayúsculas, de entre los de su colectivo. A su lado un chico joven, que está claro que estaba allí en periodo de formación de la mano de la compañera. No pude evitar decirle al chico joven que estaba en las mejores manos del mundo y que aprovechase aquellas enseñanzas que seguro eran de privilegio. La colega de la Seguridad Social, paradigma de la amabilidad y las buenas maneras, se deshizo en elogios hacia mi persona y también hacia el otro compañero. En tal ambiente de cordialidad estábamos que casi nos olvidamos de SSª que estaba allí expectante, teniendo claro, a la vista de lo que estaba sucediendo, que no le quedaría otra que darnos lo que le íbamos a pedir. Y nos lo dio sin pestañear. Como los elogios mutuos seguían, intenté atajarlos aludiendo a que en mi caso merecía más por mi edad que por mis conocimientos y aquí la guinda la puso ya SSª cuando soltó que llevaba los años muy bien puestos.

Tras agradecer el cumplido, el buen rollo siguió luego en la Oficina judicial cuando firmamos el acta de suspensión del juicio, mofándonos, respectivamente, de las fotos de nuestros carnets profesionales. Mi compañero haciendo alusión a que no me quedaba ya un solo pelo negro y yo haciéndole ver que a él ya no le quedaba ninguno.




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