Debió presentarse en juicio penal a las diez de la mañana y no lo hizo. Sus cuñados le amenazaron de muerte, a mi también. Aquel lunes, apareció por el despacho, marroquí con graves deficiencias con el español, costó trabajo entender su problema. Varias llamadas y conseguimos conocer lo sucedido. Su mujer, también marroquí, el sábado había telefoneado a la Policía Local denunciando un episodio de violencia doméstica; el se había ido de casa. Nos dieron el número de las diligencias penales, telefoneamos al Juzgado, comprobamos y fuimos. Nos estaban esperando, tanto el funcionario como la Policía. Se nos entregó copia de lo actuado, y se nos citó para el día siguiente. La Policía, por su lado, abandonó el Juzgado; nosotros por el nuestro.
Por la tarde, de nuevo con este hombre, antes de preparar la declaración del día siguiente, se le comenta la posibilidad de obtener un abogado de oficio a través de la justicia gratuita, pues en el despacho no estamos en el turno de oficio, y la verdad, su tramitación nos es desconocida. Quiere dejarlo para otro día, pero le insistimos, en plural porque somos dos, y con los temas económicos somos muy serios; vivimos de nuestro trabajo; y en este aspecto, las cosas han de estar muy claras, sin las medias tintas habituales en el sector, si no, no trabajamos. Sin problema, sus hermanos le ayudarán a hacer frente a los costes del proceso, y lo de la justicia gratuita, lo tramitará más adelante, como así hizo.
Preparamos la declaración del día siguiente. Casado con dos hijos pequeños, ellos no trabajan, el Estado español a través del mínimo vital, mensualmente aporta mil doscientos euros; viven de alquiler, pagan por una casa de unos noventa metros cuadrados con plaza de garaje, ochenta euros mensuales; y los niños escolarizados, comen gratuitamente en el colegio. Y luego, las ñapas. No viven en un gueto; muchos de nuestros conciudadanos querrían vivir en esa casa.
Un amigo suyo, egipcio, bastante mejor hablante en español que él, nos serviría de interprete al día siguiente. Este hombre vive con su familia, trabaja y su sueldo es superior a la renta mínima recibida por la familia del cliente. Viven de alquiler, la renta no es de ochenta euros mensuales. Este hombre educado, en Egipto obtuvo una licenciatura en letras; aquí, donde el destino le ha traído, trabaja en una empresa de servicios a alojamientos turísticos. Su título universitario no es homologable en España. Está agradecido.
Y al día siguiente comparecimos. Aquel joven abogado, sin duda, para preparar el “interrogatorio”, la tarde anterior visionó la película “El proceso de Nuremberg”, de no ser así, no se puede comprender las tonterías que planteó. Los genocidas nazis parecían monjas ursulinas al lado de este hombre. Este subnivel intelectual es consecuencia de la política buenista de nuestro Estado Social, gran e inútil negocio esto de la violencia de género. Que existe, por supuesto; que casi todo es falso, desde mi experiencia profesional y humana, lo uno y lo otro, lo afirmo y ratifico. Pero los euros públicos en circulación no son de madera. La jueza, ay la jueza; esta sí, con gafas de madera, y no en la montura. El amigo Ludwig van Beethoven, - el nieto, el genio, su abuelo paterno según dicen las malas lenguas, también músico, como su hijo y padre del sordo, se llamaba igual- sin duda, aislado en su mundo oía más, escuchaba más, y desde luego compuso mejor sus sinfonías que esta señora sus resoluciones. Creo que de su novena salió la adaptación de Waldo de los Rios de la música de aquella canción, ¿recuerda? “Escucha hermano la canción de la alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día …en que los hombres volverán a ser hermanos… si en tu camino solo existe la tristeza ….”, canción que Miguel Rios, fuera en “el rio aquel”, fuera volviendo a Granada, nos cantaba; mucho rio, mucha agua, muchas lágrimas las generadas por esta insensata. Lo dejo, pues acomodaticia a los aires paralegales de nuestro tiempo, la-le-li-lo-lu tengo manía, y nada de respeto; se nota ¿verdad? Ella a mi tampoco; gajes del oficio.
Por la tarde le notificarían las medidas cautelares; a la calle. Debía pasar por casa y recoger ropa, medicinas y documentación. Ella llegó antes, y llamó a la Policía, su vida corría peligro, el maltratador pretendía entrar en casa. Los agentes, inanes intelectualmente cuando de esto de la violencia de género se trata, tuvieron que leer la documentación judicial, y telefónicamente tuvieron que escucharme; ante situaciones inhumanamente tan graves, tontadas, las justas.
Recogió el auto con las medidas cautelares y pasó por el despacho, sin dinero, sin casa, sólo. Ella, titular de la cuenta corriente, ya le había anulado la autorización de acceso, debería pasarle trescientos euros al mes; tarde, mal y nunca. Quien rauda y veloz había decretado al margen de lo dispuesto en la legislación relativa a los derechos humanos las medidas cautelares aniquiladoras de cualquier ser humano, tardó varios meses en la tramitación de la exigencia de la entrega de esa cantidad, es más, con casi un mes de anticipación, la citaron para apercibirle de la obligación de la entrega de la cantidad, cautelarmente obligada a ello. ¿Dónde el fiel de la balanza? ¿Dónde la venda en los ojos de la Justicia? Estando en el despacho, este hombre recibió una llamada telefónica, fue a la sala de espera, y oímos un ruido, el golpear de muebles contra la pared, lo encontramos desmadejado, hecho un guiñapo y aterrorizado; cogí su teléfono, eran sus cuñados, en moro y en cristiano no dejaron insulto sin proferir, ni amenaza contra mi persona y vida sin lanzar. En Comisaría, con los papeles denunciamos. Trece meses después, este juicio.
Y un día un sobresalto; que si quebrantamiento de medida cautelar, que si un mensaje por teléfono, que si, que si, …, de la Comisaría al Juzgado, de este a Comisaría, y antes de declarar, espera de varias horas hasta la llegada desde Ávila de un intérprete profesional. Cosas de la vida, aportado como medio de prueba un pantallazo del que debería ser el teléfono de la esposa, como receptor, el número era otro. ¿De quién? Vaya usted a saber. Auto de libertad, si bien, era susceptible de ser cierta la remisión por este hombre de un mensaje telefónico al teléfono de su mujer.
Y un día, la relación se rompió. Tenía que pasar. Cambió de abogado. A este le entregué todos los papeles, de la violencia de género, del divorcio, etc… y me sucedió. En el camino varias aventurillas más, y mi compañero me pidió mantenerme en este asunto de las amenazas de los cuñados. Y llegó el día del juicio, allí estaba yo, amenazado y abogado a la vez; allí estaba mi compañero; el juez, y en las pantallas, en una, el abogado extremeño de los cuñados en su despacho, y, estos, en Barcelona en otra. También una joven, intérprete profesional. ¿Y este hombre, dónde está? El compañero lo desconoce, ha sido imposible contactar con él, si bien conoce el señalamiento, y el caso es que le interesa la condena; abogado sin cliente, sin mantener este la denuncia, el compañero nada tiene que hacer allí. Vale, pues yo, dejo de actuar como mi abogado, y me defiende el compañero. Y alucinamos. Fui yo quien llamó a los cuñados, fui yo quien, … no conozco a estas dos personas, y los papeles dicen comprobada la existencia de una llamada desde un teléfono de uno de esas personas, viven en Barcelona, tal día y a tal hora al teléfono de este hombre. No obstante, según el abogado de la pantalla, fui yo, quien desde mi teléfono fijó llamó a estas personas. Se acabó el juicio; visto para sentencia; salimos, e irónico, el compañero comentó el envío de su factura por mi defensa, y nos despedimos.
Al rato, ya en el despacho, suena el teléfono. Es este hombre, dice tener la hora del juicio para las doce; pues no, fue a las diez; que le envíe el justificante del señalamiento; pídaselo a su abogado. ¿Cuánto nos ha costado la broma?
Tenemos en el despacho los casos de dos mujeres sudamericanas, trabajan en hostelería en dos pueblos de la provincia, no pueden cobrar “en blanco” cantidad superior a los quinientos euros, tienen sendas subvenciones y las perderían. Blanco más negro mas subvención. Así son las cosas. El desequilibrio social está servido. El señor egipcio, los funcionarios que nos han atendido, quienes trabajamos, y luego, en contraposición, estos botones de muestra. “La vida sigue igual” nos canta Julio Iglesias. No, con mis impuestos. No con la parte de deuda pública que me corresponde, sea esta municipal, autonómica o estatal ¿Xenofobia?