En un momento en que las cuestiones judiciales reciben gran atención mediática y estando más viva que nunca la polémica irresuelta de los juicios paralelos, el Aula de Debate del ICAM regresó anoche con una jornada dedicada a la figura del jurado y su encaje en nuestro sistema de Justicia. Como de costumbre, Raúl Ochoa Marco fue el diputado responsable de moderar una mesa redonda compuesta por expertos representantes de distintas sensibilidades de nuestra sociedad civil: el magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid, David Cubero Flores; los abogados Rafael Chelala y Gustavo Larraz; y la periodista Vanesa Lozano.
Art. 125 de la CE de 1978
Larraz, primero en intervenir, explicó a qué obedece la incorporación del jurado a nuestro sistema penal, “metemos un elemento perturbador como es el jurado por el art.125 de la CE de 1978”. Sin embargo, para el letrado “en realidad no tenemos la figura de un jurado, tenemos un amago”, recordando que “siempre que ha gobernado un partido conservador ha desaparecido, pero sin embargo se ha mantenido durante varias legislaturas con mayoría absoluta del PP”, lo que obedece, de acuerdo a Larraz, a que en el fondo “es minimalista e inoperante”.
Y es que, en palabras de Ochoa, “ejercer ante un jurado es lo máximo”. Salvando las distancias con la visión a que nos tiene acostumbrado el cine judicial hollywoodiense, para el diputado, “parece que ante el jurado brotan todas nuestras capacidades”. Sin embargo, Ochoa también recalcó que “hace falta mejorar la Ley, y no criticar sin ofrecer soluciones”, coincidiendo con Cubero, que señaló que “habría que retocar algunas cosas”, haciendo referencia a la fase de instrucción, al riesgo de influenciabilidad y a que se trata de un sistema “caro y lento”.
¿Es posible la imparcialidad en la era de la “híper-comunicación”?
Una de las principales incertidumbres del jurado se encuadra en torno a la posible parcialidad e influencias externas. “Me preocupa la falta de aislamiento”, reconocía Ochoa, especialmente en una época en que, como indicaba Chelala, “vivimos una híper-comunicación en la que un señor se pone a analizar en prime time si un testigo miente o no en base a cómo gesticula”.
Y esta precisamente fue una cuestión que no eludió Lozano, que ofrecía la perspectiva desde el otro lado del micrófono: “No podemos negar que una de las principales variables de influencia son los medios de comunicación, en ocasiones la cobertura que hacemos puede evitar que se cumplan todas las garantías”. Sin embargo, también es evidente que se trata de noticias que despiertan gran interés y para muestra, como ejemplificó la propia Lozano: el artículo que trataba el tema de Ana Julia Quezada tenía el doble de impactos que las demás publicaciones, y eso sólo el primer día del juicio. “A la ciudadanía, que participa en la Justicia como jurado popular, le interesan los juicios con jurado, por el tipo de delitos que enjuician y porque se genera una empatía diferente a la que suscitan los jueces”, refería la periodista.
Sin embargo, ni siquiera dentro del propio sector informativo hay consenso acerca de los juicios paralelos. Para Lozano, consiste “en dar un trato informativo negligente, sin tener en cuenta además que las consecuencias no son las mismas que en otras secciones, haría falta un plus de calidad y de rigor”, declaraba.
Percepción de la justicia
“¿Es que acaso no consideramos que los jueces son lo suficientemente buenos para impartir justicia? ¿Es necesario secuestrar a ciudadanos, a veces durante días, con el trastorno que ello puede implicarles para su vida personal y profesional?”, cuestionaba Chelala a lo largo del debate, contrario a “meter nueve sensibilidades distintas. Nuestro sistema de Justicia no necesita un jurado, necesita que aplique la Ley conforme al Estado de Derecho”, argumentó.
Cubero, por su parte, se decantaba por todo lo contrario: “Me preocupa que la imagen de la Justicia sea nefasta; no somos ágiles y no somos claros, es importantísimo que el ciudadano sienta el sistema de justicia como parte de él y que entienda que los jueces no somos una casta”. Por ello, y aunque reconoció que existen algunas complicaciones como “la identificación entre el letrado y su cliente, algo que jamás tiene en cuenta el juez profesional” o el hecho de que les “cuesta apreciar la prueba indiciaria”, el magistrado se declaró absolutamente a favor: “disfruto mucho con el jurado porque me obliga a salir de la caja, a abordar mi profesión, que me encanta, desde una óptica completamente diferente”.
Al concluir, Cubero incluso abogó por ampliar el tipo de delitos que enjuicia un jurado popular: “Tiene la ventaja innegable de que acerca y hace partícipe al ciudadano, aunque al principio nadie quiere ser miembro, casi siempre la experiencia es positiva y no pocos dicen, trascurrido el juicio, que repetirían”, explicó.
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