Uno de los campos más interesantes de la investigación con IA para nuestra vejez es el de la neurotecnología. Esta disciplina se dedica al desarrollo de tecnologías que permiten la interacción con el cerebro humano y que se utilizan para diagnosticar enfermedades, mejorar el rendimiento cognitivo o incluso alterar la conciencia. Entre las soluciones que hoy ya están operativas se incluyen las que estimulan el cerebro que están siendo utilizadas para tratar, con muy buenos resultados, una variedad de enfermedades y trastornos neurológicos, mejorar el rendimiento cognitivo o el estado de ánimo. Otro grupo de soluciones muy interesantes son los llamados interfaces cerebro-máquina, que permiten a las personas controlar dispositivos con sus pensamientos y que podrían ser útiles para mejorar la capacidad de las personas con discapacidad o crear nuevas formas de comunicación.
Si las ventajas de este tipo de soluciones de inteligencia artificial son muchas, también hay riesgos derivados de su uso. Y de eso nos han alertado científicos como el español Rafael Yuste. Y es que algunas tienen un superpoder “entran en nuestro cerebro, lo interpretan y pueden influir en nuestros pensamientos y decisiones”. En efecto, la neuro tecnología podría afectar a nuestra identidad, autonomía y dignidad. Por eso, a muchos científicos y otros profesionales les preocupa enormemente su desarrollo. Y algunos de ellos han levantado la voz para solicitar que se desarrollen unos derechos específicos para protegernos frente a ellas. Son los llamados, neuroderechos, un conjunto de derechos humanos, que protegen el cerebro y su actividad frente a la tecnología.
Los neuroderechos son un concepto relativamente nuevo, pero han ganado importancia a medida que la neuro tecnología se ha desarrollado. Estos derechos son necesarios para proteger a las personas de los posibles riesgos de la neurotecnología y garantizar que estas tecnologías se utilicen de forma ética y responsable.
Entre los neuroderechos más importantes estarían el de que no me manipulen para alterar mi sentido del yo; el de que no me impidan tomar decisiones libremente; el de que mi información mental esté protegida frente a la recopilación no autorizada y el uso indebido; el de que todos podamos acceder cuando estén disponibles a las neurotecnologías de forma equitativa, independientemente de la raza, el género, el estatus socioeconómico o la nacionalidad y; el de protección frente a los sesgos que puedan tener y pudieran dar lugar a discriminaciones.
Es importante que los neuroderechos se desarrollen y se adopten de forma global, para que las personas tengamos suficiente protección frente a los riesgos derivados de la neuro tecnología.
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