Se dejó guiar a los juzgados por los droides de protocolo que le recibieron, y pudo contemplar Marte, la extensión rojiza que se perdía hasta el horizonte, las calles y las construcciones armoniosos con el paisaje, la cúpula conformada por hexágonos que les proveía de atmosfera artificial y finalmente los árboles de colores variados y extraordinarios fruto de la biotecnología.
Estando ante las puertas de la sala, sintió la emoción que se aloja en la boca del estómago cuando vas a entrar en juicio, miró a ambos lados, no había visto aún a su cliente, pero supo que había llegado cuando los periodistas y fotógrafos empezaron a agolparse, el cordón de seguridad se desplegó y de entre ellos surgió, con una mirada calma y una sonrisa perpetua, engalanado con las mejores piezas de ropa inteligente, su cliente, le tendió la mano.