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Marina Estévez Torreblanca

Madrid, 21 oct (EFE).- Cuando nació la primera plataforma de vídeo bajo demanda en España -Filmin, en 2006- la piratería y descarga de contenidos audiovisuales estaba en efervescencia, una práctica que ha disminuido al tiempo que se ha ido asentando la cultura de la suscripción de pago.

El Observatorio de la Piratería en España comenzó en 2009 a instancias de la Coalición de Creadores de Industrias y Contenidos. Aquel año, el 83,7 % de las películas se pirateaban, lo que colocaba a España entre los países del mundo donde más se cometía este delito contra la propiedad intelectual.

Pero aunque en 2021 seguía habiendo un 25 % de consumo ilícito de películas en España, con un valor de 5.524 millones de euros, este porcentaje ha caído sustancialmente.

En paralelo, según la edición de 2021-2022 de la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales del Ministerio de Cultura, ahora mismo en España seis de cada diez personas, el 59,4 %, dispone en su hogar de suscripciones a plataformas digitales de contenidos culturales, el 52,8 % de películas o series.

¿Cómo se propició esta evolución en las costumbres? "El cambio para frenar la piratería fue la disposición de títulos en Internet a un precio que por entonces era menor de diez euros al mes, con una facilidad de uso que hizo que el consumidor cambiara la mentalidad respecto al acceso a contenido no legal", explica a Efe Juan Carlos Tous, consejero delegado y socio fundador de Filmin.

Recuerda que en sus inicios -esta compañía se creó con el apoyo de las distribuidoras independientes más importantes en España- un mercado dominado por la ilegalidad generaba falta de confianza por parte de muchos actores de la industria hacia un nuevo modelo de distribución.

"Internet se veía como una amenaza pero nosotros defendíamos que era una oportunidad, que había que ser valientes, que había que poner los contenidos a disposición del público", remarca.

La llegada a España de operadores globales, como Netflix en 2015 (que empezó en 1997 llevando dvd's a domicilio en EE.UU.), "despertaron el mercado con su fuerza y consiguieron hacer que la gente confiase en Internet y pagase por ver los contenidos a un precio justo y de fácil acceso", añade Tous.

¿UNA AMENAZA PARA EL CINE?

En el debate sobre si este modo de consumo en casa puede acabar con las salas de cine, la directora general del ICAA, Beatriz Navas, cree que "la aparición de las plataformas ha sido clave en el fortalecimiento de nuestra industria", tanto por su apoyo a la financiación de los proyectos como por favorecer su visibilidad y circulación, "y especialmente para que hayamos tomado conciencia de nuestro potencial a nivel global".

A su juicio, "no deben verse como una amenaza para el cine", ya que forman parte de un mismo ecosistema que tendrá que reordenarse. "nos toca asimilar que hay un nuevo modelo de oferta cultural para la ciudadanía y preguntarnos qué lugar puede ocupar el cine en sala dentro de esa oferta", reflexiona en declaraciones a EFE.

También para el CEO de Filmin, plataformas y cine se complementan: "No vemos que las plataformas eviten ir al cine. Creemos que somos un complemento más, otra forma de poder acceder al cine, y creemos que es el espectador quien decide si quiere o no ir a la sala, de acuerdo a muchas circunstancias. Un estudio nuestro demuestra que la gente más consume cine lo hace tanto en plataformas como en salas de cine".

LOS PRODUCTORES INDEPENDIENTES

Otro de los retos de este modelo es al que se enfrentan los productores independientes en España, que hacen hincapié en que si no existe una legislación que les proteja y diferencie de las grandes plataformas y productoras, al final este país va a quedar para dar servicios que en cualquier momento podrán deslocalizarse, en lugar de propiciar la creación y la permanencia de esa riqueza en propiedad intelectual.

María Zamora (productora de "Verano 1993" o "Alcarràs"), remarcaba esta semana que frente a otros países europeos como Francia o Alemania en España se mantiene una "mala tradición de base" que supone que un productor independiente levante un proyecto con guion, actores y dirección, y que al acudir a una productora o distribuidora mayor pueda perder todos sus derechos.

Por ello, para Rafael Sánchez, de EGEDA, debe quedar muy claro que quien arriesga financieramente por un proyecto debe poder recuperar la inversión mediante la explotación de derechos de propiedad intelectual.

Esta industria audiovisual en estado de transformación está además muy influida por la coyuntura. Netflix acaba de anunciar la entrada de anuncios a cambio de una suscripción menor y el fin de las suscripciones compartidas, mientras el 24 % de los usuarios de plataformas en España se plantea darse de baja por la situación económica.

Por el momento, este año ha sido uno de los más brillantes que se recuerdan en el cine español reciente, con títulos como "Alcarràs", "Cinco lobitos", "Modelo 77", "Girasoles salvajes" o "As bestas". "Quizá es el mejor momento de la industria en España", y por ello urge "consolidar" una estructura segura y estable, concluye Antonio Mansilla, presidente de las Productoras Independientes Audiovisuales Federadas (PIAF). 




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