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  • El Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF), dependiente del Ministerio de Justicia, ha celebrado en Madrid el I Curso de Toxicología Forense, impartido por las expertas en toxicología forense, María Antonia Martínez y Carmen Jurado. El curso ha estado orientado a abordar las novedades en los análisis toxicológicos forenses en relación a las muestras, los tóxicos y los instrumentos analíticos para lograr obtener unos resultados científicamente indiscutibles y legalmente defendibles ante los tribunales de Justicia.  

Para los expertos forenses es indispensable disponer de datos analíticos fiables para poder así interpretar posteriormente los resultados toxicológicos. La doctora María Antonia Martínez, del INTCF de Madrid, ha expuesto y evaluado los criterios necesarios para la correcta detección e identificación inequívoca de tóxicos, así como la validación de metodologías para el correcto análisis cualitativo y cuantitativo de los mismos.

Por su parte, la doctora Carmen Jurado, del INTCF de Sevilla, ha abordado uno de los aspectos más novedosos de este seminario que ha sido la utilidad de los análisis de cabello en la toxicología forense, ya que aportan una información muy valiosa y adicional a la derivada del análisis de muestras tradicionales como las de sangre y orina. La gran estabilidad de las distintas sustancias en las muestras de pelo permite obtener información sobre periodos de tiempo muy prolongados, desde días a años, con la única limitación de la longitud del mechón. Es decir, el análisis de una muestra de pelo tiene la capacidad de dibujar el perfil cronológico del consumo de una sustancia puesto que el cabello crece de media un centímetro por mes, lo que permite que la fragmentación de un mechón en segmentos determinados establezca la pauta de consumo de cualquier compuesto a lo largo del tiempo.

Las aplicaciones de estos estudios en el ámbito de la toxicología forense son numerosas. Así, el análisis de drogas en cabello permite esclarecer los hechos en los casos de la denominada sumisión química o crímenes cometidos bajo la influencia de sustancias que afectan a la capacidad cognitiva. Aunque en estos casos la muestra de elección es la orina, el pelo es especialmente útil cuando la denuncia se hace tarde y se han eliminado de los fluidos biológicos las posibles sustancias administradas a la víctima. En estos casos, el análisis del cabello permite diferenciar el consumo único o puntual del consumo crónico, información determinante para detectar falsas denuncias.

En los casos post mortem, cuando el cadáver se encuentra en avanzado estado de putrefacción y no es posible obtener otro tipo de muestras biológicas, el cabello permite detectar la causa y etiología de la muerte, tanto en casos de sobredosis por pérdida de la tolerancia tras un periodo de abstinencia, como en los casos de fallo multiorgánico debido al consumo crónico de una sustancia. La doctora Jurado ha explicado que “el cabello, además, permite verificar el seguimiento de los programas de desintoxicación por toxicómanos; el consumo de los internos en prisiones; la exposición a sustancias tóxicas de un feto in utero a través del estudio del pelo del recién nacido y el consumo crónico de drogas en casos de divorcio y atribución de la custodia de los hijos, entre otras muchas aplicaciones”.

Toxicología forense post mortem

El curso ha concluido con una exposición detallada de la interpretación de resultados en la toxicología forense post mortem, disciplina que investiga la ausencia o presencia de drogas, tanto de abuso como terapéuticas, alcohol y otros tóxicos volátiles y gaseosos, así como de cualquier otro producto químico (metales, pesticidas, etc…) en los fluidos y tejidos humanos. Los resultados son de una importancia capital para establecer su papel determinante o no en la causa y etiología de la muerte del sujeto.

Según ha explicado la doctora Martínez, “de las muestras que se toman en una autopsia, la sangre es la principal para determinar la cuantificación de sustancias pero las concentraciones de drogas detectadas en sangre post mortem no reflejan necesariamente las concentraciones ante mortem ya que hay una larga lista de factores que pueden alterar estos resultados: el método de toma de muestra, el intervalo post mortem, la temperatura ambiente, las propiedades físicas de la droga, el uso de conservantes, la posición del cuerpo, etc...”.

La doctora Martínez ha puesto el acento en que para la correcta interpretación de los resultados es necesario conocer el máximo número de detalles de la escena de los hechos. Esta es, a su juicio, una de las tareas más difíciles de la toxicología forense post mortem porque hay que valorar la historia del caso, los hallazgos obtenidos a través de la autopsia y su relación con los resultados toxicológicos basados en el análisis de un número suficiente de muestras, algo que depende del contexto médico-legal en el que se produjo la muerte.

La difusión de las conclusiones y novedades de los toxicólogos forenses del INTCF reunidos en este seminario tiene como objetivo contribuir a la calidad de la pericia y la unidad de criterio científico en los resultados toxicológicos que son la base para que el médico forense establezca con veracidad las causas de una muerte.




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