Carpeta de justicia

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La empresa familiar entraña preguntas que no son fáciles de resolver:

  • Los padres-fundadores se preguntan cómo repartir su patrimonio entre sus herederos de forma equitativa, dejando a todos lo mismo.

Ya he hablado de esto en “El error de querer dejar a todos los hijos lo mismo”: es el principal problema de la empresa familiar. La primera generación –los padres- al intentar repartir la empresa familiar en partes iguales, la condenan a muerte. Este problema se puede solucionar antes de que explote, tal y como se explica en ese post.

  • El hermano que “hereda” la gestión de la empresa, hereda al mismo tiempo una bendición (la empresa) y una maldición (el resto de sus hermanos).  

Hoy hablaremos de estos hermanos

Ejemplos ilustres: Donald y Freddy Trump

El hijo inicialmente llamado a suceder al padre en el imperio Trump no era Donald, sino Freddy Trump, que era el mayor.

Pero Freddy no encajaba en el molde de su padre, y se buscó la vida en otro sitio. La cosa acabó en un proceso multimillonario, como se cuenta aquí.

Tienen otros ejemplos significativos y famosos, creo yo, aquí y aquí.

Carlos y Abelardo: socio gestor vs socio no gestor

Como vimos en la familia empresaria que nos sirvió en su día de ejemplo, Carlos había sustituido a su padre en la gestión de la empresa familiar. Abelardo nunca quiso saber nada de ella y se dedicó a otras cosas.

Hablaré de los problemas habituales entre el hermano que gestiona la empresa familiar y el hermano que sólo es socio, porque ha heredado una parte del capital, pero no participa en la administración.

Es evidente que estos problemas son los mismos cuando el socio gestor y el no gestor no son hermanos.

Pero cuando son hermanos, hay una dificultad añadida: el histórico de situaciones de amor y odio extremos, la sensación de estar atrapado sin solución con el peor compañero de viaje posible, uno al que no podremos convencerle de nada importante porque nunca nos escucha, porque nunca nos ha hecho caso.

Carlos o el mito de Sísifo

Carlos es el hermano gestor, el administrador de la empresa familiar.

  • Carlos se despierta con los problemas de la empresa (“su” empresa) y se los lleva de vuelta a la cama al final del día. Un día detrás de otro.

  • Carlos siente que está dedicando sus días y sus noches, su vida entera, a su empresa.
  • Esta dedicación, a los ojos de Carlos es total. Es verdad que “se va de comidas” y que juega al golf y al pádel, pero él considera y orienta estas actividades como promocionales: haciendo networking y buscando información, oportunidades que vienen bien al negocio.
  • Carlos apenas tiene tiempo para su familia.
  • Los resultados rara vez cumplen las altas expectativas que se ha marcado (le pasa a todo el mundo, ¿no?). Y eso le produce mucho estrés añadido.
  • No se considera bien pagado. Cobre lo que cobre Carlos como administrador, el dinero no paga su vida dedicada en cuerpo y alma a la empresa.
  • Tiene bien claro que todo lo que hace, no lo hace por dinero, sino por otro tipo de razones distintas, más altas: honrar la memoria del padre, mantener bien alto el pabellón de la empresa familiar, a costa de lo que sea.
  • Más aún, desea trascenderle, “escapar de la sombra de su padre”, llegar más lejos, dejar su impronta, su personalidad en la empresa. Otra fuente de estrés adicional.
  • Su problema con el dinero es el siguiente: cualquier cifra que cobre como administrador, es poca, sobre todo cuando le vienen a la cabeza otras cosas:
    • Abelardo no se dedica a la empresa y ve cómo su parte en la empresa aumenta día a día de valor, a costa de sus desvelos.
    • Su hermano no gestor se dedica a otras cosas (“sus” cosas): Pasa olímpicamente, desprecia la continuidad del legado familiar, esos valores que dotan de sentido la vida de Carlos. No honra la trayectoria y la memoria de la primera generación a la que deben todo. Ha dimitido de asumir la pesada tradición familiar.

El punto de vista de Abelardo: “encima de cuernos, penitencia”

Abelardo, el socio no gestor, tiene -como es lógico- su propia perspectiva de la situación:

  • No es ciego: percibe y agradece la labor del gestor. O más bien agradece que esté ahí. No ocuparía el lugar de su hermano en la empresa ni por todo el oro del mundo.
  • Dicho esto, Abelardo sí hubiera ocupado gustoso el lugar del hermano ante los ojos de su padre. Su hermano Carlos fue siempre el favorito. Bien pronto se vio que sería él quien dirigiría la empresa. Abelardo supo que tendría que buscarse la vida en otras cosas, por eso hizo lo que tenía que hacer, poner los huevos en otra cesta.
  • Abelardo valora la cacareada dedicación de Carlos con mucho escepticismo. Carlos puede estar dedicando sus mejores esfuerzos a la empresa, eso no se pone en duda, pero… ¿Ser hijo del fundador y haber crecido “a los pechos” del padre, le califican sin más como la persona más capacitada para liderar la empresa?
  • Abelardo cree en la meritocracia: ha tenido que demostrar su valía en ámbitos en los que su familia no tenía experiencia ni nombre alguno. Abelardo no puede evitar pensar que probablemente la empresa familiar iría mejor con la ayuda o dirección de directivos profesionales, aunque no pertenecieran a la familia. Aunque resultaran más caros. No suele callarse esta idea. Pero la pondrá en pie de guerra si percibe que la empresa empieza a ir mal. O a ir peor que hasta ahora.
  • Abelardo se alarma e irrita cuando a su hermano Carlos se “le escapa” eso de que la empresa familiar es “su” empresa. Los desvelos y dedicación de Carlos estarán bien o mal pagados, eso es opinable, pero están pagados. En lo que no cabe discusión es en que la empresa es de los dos. Abelardo está instalado en su propiedad, simple y llanamente porque así son las cosas. Él no ha escrito las leyes. Él no escribió el testamento de su padre. Así que, mucho cuidado con decir eso de “tu empresa”, Carlos.
  • Y encima está la cantinela de la “pesada carga” de la empresa familiar. Carlos se presenta como el único defensor de los valores familiares, cuando lo cierto es que, desde el punto de vista de Abelardo, Carlos se ha encontrado con la “vida hecha”. No como Abelardo.
  • Carlos se queja mucho, pero lo cierto es que el trabajo duro se lo hacen otros. Carlos está todo el día en comidazas, cenacas de negocios, haciendo presentaciones en ferias, congresos, entrevistas en la televisión y prensa.
  • Carlos es una persona conocida, y esa fama se la debe a la empresa. Es más, esa relevancia social le proporciona oportunidades de las que se beneficia personalmente. Abelardo lo sabe porque alguna vez ha disfrutado de esos beneficios como miembro de la familia, pero colateralmente, en mucha menor medida que su Carlos.

La gota que colma el vaso

Puede ser cualquier cosa, grande o pequeña.

Gracias a la ley de sociedades, este 2017, no hace falta siquiera que pase nada:

Si en esa situación Carlos se las ha ingeniado para “mantener a pan y agua” a Abelardo, el conflicto está servido. Y ello gracias al 348 bis de la Ley de Sociedades de Capital, que le permitirá, bajo ciertas condiciones, ejercer su derecho de separación de la sociedad.

¿Cuál de los dos tiene razón?

En cualquier conflicto ambas partes tienen parte de la razón.  Carlos y Abelardo no son Caín y Abel. Ni viceversa.

Necesitan llegar a un acuerdo. Renunciar a parte de lo que pretenden para ganar la paz.

Suele decirse que cuando las partes están cabreadas con lo que han firmado, es porque se trata de un buen acuerdo.

Y si no son capaces de negociar una solución, tendrán que acudir a un tercero que se la impondrá.

Cuando las partes en conflicto tienen vínculos personales (hermanos, cónyuges) normalmente cuesta más ceder para alcanzar ese acuerdo.

Por eso, créanme, aunque a priori no lo parezca, siempre resulta más fácil alcanzar un acuerdo antes de que surja el conflicto, que después.

El riesgo de no hacer nada

Cada empresa, y cada familia es un mundo distinto. Merece la pena mirar lejos y pensar con cuidado quién debe asumir los desvelos de la gestión. Y si el elegido forma parte de la familia, es aconsejable crear un mecanismo que, al mismo tiempo

(i) refuerce la posición de Carlos respecto al resto de hermanos o familia.

(ii) garantice a Abelardo, a los “no elegidos” que Carlos no abuse de su posición.

(iii) permita a Carlos ir comprando la parte de Abelardo, y del resto de sus hermanos.

Conseguir montar ese mecanismo es garantizar ni más ni menos que la continuidad de la empresa familiar.

Buena semana.

Fotografía “The Tom Brothers”, sin restricciones de derechos de autor conocidas (https://www.flickr.com/photos/statelibraryofnsw/2869299380)




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