Estoy convencido de que, en el ámbito empresarial, la negociación extrajudicial a menudo ofrece resultados mucho más satisfactorios que un prolongado proceso litigioso. Sin embargo, no todos comparten esta visión, sea por interés o desconocimiento, podemos comprobar que, en ocasiones, nuestra contraparte no coopera, retrasa las negociaciones o actúa de manera poco constructiva. En estos casos, la mediación se convierte en una herramienta extremadamente valiosa.
En una mediación el rol de los mediadores está bien definido: actuamos como facilitadores neutrales e imparciales en las negociaciones entre las partes, pero no podemos actuar como asesores legales, lo que significa que no damos consejos sobre las propuestas o cuestiones legales fuera del proceso de mediación. ¿Pero qué hay de los abogados? En ocasiones los negociadores consideran la posibilidad de estar acompañados por sus abogados o asesores durante la mediación.
Entonces ¿Cuál es su contribución en una mediación? La respuesta es bastante directa: los abogados pueden desempeñar un papel activo y fundamental en la mediación de sus clientes. No solo pueden asesorar en los aspectos legales, sino también durante el proceso de la mediación en sí. Además, pueden guiar a sus clientes antes de cada sesión de mediación, incluso si no participan directamente en las reuniones, estar presentes durante la mediación y, en algunos casos, como en disputas empresariales, actuar en representación de sus clientes.
Por tanto, los abogados pueden ser actores valiosos y, en ocasiones, necesarios en una mediación. Para desempeñar este rol de manera efectiva, es importante que adopten una actitud distinta tanto en sus procesos de pensamiento como en la gestión de la relación con sus clientes. Aunque es cierto que la formación del abogado tradicionalmente está enfocada en competir y obtener la mayor ventaja posible, y existe la creencia errónea de que los mejores abogados son siempre agresivos y no colaborativos, es fundamental reconocer el valor de un enfoque más flexible y creativo.
A menudo, los clientes esperan que su abogado actúe en una mediación, al igual que cuando litiga, como un "killer" que luchará por sus derechos sin vacilar y utilizando todos los recursos disponibles para ganar. Sin embargo, en el contexto de la mediación, un abogado que pueda equilibrar la defensa vigorosa de los intereses de su cliente con la capacidad de colaborar y explorar soluciones creativas puede ser extremadamente beneficioso. Este enfoque no solo puede conducir a resultados más satisfactorios para ambas partes, sino que también puede fortalecer la relación abogado-cliente a través de una mayor comprensión y comunicación.
Frente a las expectativas de firmeza que puedan tener los clientes, las cuales pueden llevar a percibir las concesiones y compromisos en una mediación como signos de debilidad y vulnerabilidad, los abogados enfrentan el importante y, a veces, desafiante reto de cambiar la visión tradicional de su rol en un litigio. Es crucial que ayuden a sus clientes a superar la necesidad de demostrar "que tienen razón", ya que estas actitudes pueden distraerlos de perseguir sus verdaderos intereses subyacentes.
Es esencial que los abogados fomenten un ambiente donde sus clientes se sientan cómodos hablando abiertamente sobre sus intereses y preferencias clave. Al adoptar un enfoque más abierto y colaborativo, los abogados ayudan a los clientes a ver las concesiones no como signos de debilidad, sino como pasos hacia la resolución efectiva de conflictos.
¿Y los mediadores? Al inicio del artículo ya establecimos nuestro papel como mediadores en el proceso de mediación. Sin embargo, en ocasiones surge una duda entre las partes en conflicto: ¿cuál es nuestra aportación para lograr acuerdos donde ellos mismos o sus abogados han fracasado en la negociación? Podemos comenzar señalando que, en ocasiones, nuestra intervención resulta crucial como catalizadores frente a las emociones con las que las partes llegan al proceso. Es común que los abogados se sientan incómodos cuando las emociones afloran en una negociación, ya que pueden percibir que estas emociones impiden que las partes negocien acuerdos racionales y económicamente favorables. Sin embargo, en estos momentos emocionales, los mediadores nos convertimos en un valioso recurso. Ayudamos a procesar esas emociones, permitiendo que las negociaciones fluyan de manera más efectiva.
Superada la fase emocional, nuestra misión como mediadores es estructurar el proceso de negociación para que las partes se comuniquen de manera más constructiva. En mi experiencia, he tenido la oportunidad de transformar situaciones en las que las interacciones entre los abogados adversarios impactaban negativamente el proceso de mediación. Estas interacciones, a veces, complicaban la participación de sus clientes y daban un protagonismo excesivo a los aspectos legales. Sin embargo, al proporcionar un espacio neutral que genera confianza, facilita que las partes recuperen la comunicación, se sientan escuchadas y comprendidas, y estén mejor preparadas para gestionar sus conflictos de manera efectiva.
Y no menos importante es nuestro papel en posibilitar la extracción de las perspectivas de cada participante. Esta tarea implica identificar sesgos ocultos que, más allá de los desacuerdos declarados, pueden estar obstaculizando el progreso de la negociación y dificultando llegar al fondo del problema. Por ejemplo, a veces las partes pueden tener prejuicios inconscientes, suposiciones no expresadas o intereses ocultos que afectan su capacidad para colaborar eficazmente. Como mediadores, ayudamos a descubrir y abordar estos sesgos, lo que permite una comprensión más clara de las verdaderas preocupaciones y necesidades de cada parte. Este proceso de descubrimiento es esencial para desbloquear el potencial de la negociación.
Además, guiamos a las partes para que exploren soluciones creativas y alternativas. Se trata de pensar de manera innovadora para que se consideren opciones que tal vez no se habían contemplado previamente, y que dese luego no saldrían de un litigio. Este enfoque no solo resuelve el problema inmediato, sino que también genera confianza en el proceso colaborativo. Cuando las partes ven que sus necesidades y perspectivas son escuchadas y consideradas, es más probable que confíen en el proceso y en los resultados.
Para concluir, creo que es ampliamente reconocido que los enfoques contradictorios de los litigios conllevan una prolongada duración de los procesos judiciales, que pueden extenderse varios años hasta obtener una sentencia ejecutable. Además, las partes pierden el control sobre el proceso, ya que queda en manos del juez, con el riesgo siempre presente en mayor o menor medida de que se pueda perder. Esto contrasta con la práctica colaborativa, como la mediación. En este proceso colaborativo, los mediadores aportamos nuestras habilidades y experiencias para facilitar un diálogo constructivo, los abogados proporcionan su asesoría y las partes implicadas asumen un rol protagonista que no tendrían en un procedimiento judicial. Este enfoque no solo es efectivo para resolver disputas, sino también más rentable y satisfactorio para todas las partes involucradas.