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Un curso online, es, por ejemplo, clases magristrales grabadas en video en donde un ponente se pone frente a una webcam y trasmite sus conocimientos de la forma en que él considera que se debe de imparir. Es decir, no hay interacción con el alumno. Lo que se ha hecho es virtualizar la teoría, pero el alumno no ha podido preguntar y obetener respuesta, repreguntar, etc.

Un curso online no es educación online. Que el curso se realice en una plataforma de videoconferencia sincrónica no garantiza nada. Es decir, en la educación online se aprende haciendo, con tutorias presenciales virtuales y profesores en línea trabajando codo a codo con el alumno en tiempo real (en vivo y en directo, como me gusta decir a mí).

Parafraseando a Josep A. Planell, rector de la Universitat Oberta de Catalunya, se puede decir que: «Cuando un curso online se monta como un negocio, este está por encima de la calidad de la educación» (Vallespiín 2020).

Estas distinciones no son menores dada la masificación en el uso de las tecnologías de la información y comunicación (TIC’s) en el proceso de transmisión—adquisición de conocimientos se esta experimentando en el mundo entero a causa de la pandemia.

Una cosa si es cierta, las herramientas tecnológicas nos aproximan a conceptos como el de comunicar, sincronicidad, superación de barreras de distancia, horaria, idioma, quebrando definitivamente con la idea de lo distante. 

Sin embargo, hay que prestar atención porque indistintamente se utilizan como sinónimos expresiones como formación online, capacitación a distancia, enseñanza virtual, educación digital, etc., —que en rigor no lo son— y que algunos inescrupulosos explotan como negocio aprovechando las necesidades de trabajo y desconocimiento del público.

La construcción de esta cercanía esta íntima y directamente relacionada con la interacción, y la posibilidad de detectar matices en los tonos de voz, observar como se manifiestan sentimientos y emociones, poder preguntar, plantear problemas, debatirlos, co-crear ideas, desarrollar el pensamiento conjunto, explorar posibilidades, etc.

Colgar unos cuantos videos, algunos documentos, habilitar un foro, un chat, una sala de videoconferencias, no convierte por arte de magía a ese curso en educación online.

La transmisión de información, del saber y la experiencia requieren de interacción.

La educación online transciende el entorno para convertirse en un «compromiso de ser» (Conforti 2008) en un todo armónico con las nuevas interacciones formas de co-construcción del espacio común.

Los participantes del Curso Mediar Online saben que van a interactuar sincrónicamente tanto con los profesores como con otros alumnos. Trabajarán en nuestra plataforma, creada en 2008 por Mediar Online y actualizada con nuestro partner Makenai-CISCO Webex este mismo 2020. Que toda la información es veraz y contrastable. Y finalmente, superado el curso, se podrán incorporar al registro de e-Mediadores que llavamos adelante desde 2011. En definitiva, saben que van a encontrar: investigación, conocimiento, experiencia e innovación.

Ivanna Vallespín, 2020. «Lo que hacen las universidades no se puede llamar educación ‘online’». El País, 12 de junio, 2020. https://elpais.com/educacion/2020-06-11/lo-que-hacen-las-universidades-no-se-puede-llamar-educacion-online.html

Oscar Daniel Franco Conforti. 2008. Liderazgo positivo. Construír el futuro con imaginación e idelamismo. Perrot-Conforti Ed. Buenos Aires, Argentina.




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