Muchos trabajadores están sufriendo secuelas como consecuencia de haber dado positivo en COVID-19. Estas han podido afectar a algunos de sus órganos, como por ejemplo pulmones, corazón, riñones, hígado, cerebro o aparato motor. Si algunas de estas afecciones no mejorasen por completo, podrían ser consideradas como dolencias permanentes de la enfermedad. ¿Se podría cobrar una pensión a raíz de ello?
Secuelas y derecho a cobrar una pensión mensual vitalicia
Aún es pronto para determinar si las secuelas generadas por la enfermedad de COVID-19 pueden dar lugar al reconocimiento de un grado de incapacidad laboral permanente por parte de la Seguridad Social y, por lo tanto, que un trabajador tenga derecho a cobrar una pensión mensual vitalicia. Habrá que estar a la espera de cómo lo van a ir resolviendo nuestros Juzgados en este sentido. Esta situación se daría si la Seguridad Social denegase una incapacidad permanente a un trabajador que las secuelas, ya sean anatómicas o funcionales, supongan una verdadera disminución o anulación de su capacidad para trabajar.
Más difícil será demostrar la existencia del síndrome de fatiga crónica, que parece que también puede ser una secuela derivada de la COVID-19. Hoy en día ya es difícil que la Administración reconozca esta dolencia como una incapacidad laboral permanente, debiendo en muchos casos acudir a los tribunales para su reconocimiento. De hecho, ya existen sentencias recientes que reconocen esta enfermedad de difícil diagnóstico como causa de una invalidez laboral permanente por la Seguridad Social.
A la espera de la jurisprudencia
Pese a no tener aún jurisprudencia consolidada por la reciente aparición de esta enfermedad, lo cierto es que sí existen paralelismos con otras enfermedades, lo que seguramente llevará a que nuestros tribunales fallen a favor del reconocimiento de un grado de incapacidad permanente para muchos trabajadores, cuyo estado de salud ha quedado afectado permanentemente por el coronavirus.