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“Tengo niebla mental, fuertes dolores de cabeza, dificultades para dormir, vértigos posicionales, hormigueo en extremidades, alteración del gusto y olfato y depresión...y así no es que no se pueda trabajar, es que no se puede vivir.”

Estos son algunos de los síntomas recurrentes que padece un trabajador, que trabajaba como celador, sin que las administración atendiera a su situación de salud, lo que motivó el inicio de actuaciones judiciales y de inspección, por parte de éste.

“Algunos médicos me decían que mis síntomas eran invisibles. Otros, que no tengo ninguna patología objetiva. El caso es que no puedo hacer vida normal durante las 24 horas del día y tomo hasta doce pastillas diarias.”

Hasta que un juzgado de lo Social de Bilbao le concedió una incapacidad permanente absoluta por COVID persistente.

Posible indemnización por recargo de prestaciones

Esta sentencia facilita el recorrido procesal para imponer un recargo de prestaciones a la administración pública vasca, por incumplimiento de las medidas preventivas, teniendo en cuenta que el trabajador fue contagiado en la primera ola de la pandemia (marzo del año 2020) y es precisamente en esta fase cuando la mayoría de AA. PP no adoptaron protocolos ni EPIS ni medidas de prevención adecuadas. Si bien es verdad que la delicada situación que atravesamos en Marzo de 2020 y el desconocimiento absoluto del virus por aquel entonces, hacía muy difícil la labor de los responsables de salud pública y laboral.

Síntomas que configuran la incapacidad para cualquier actividad

El trabajador, tras el contagio, fue diagnosticado de COVID persistente, de un cuadro de fatiga crónica como consecuencia de esta patología, así como de depresión y deterioro cognitivo. Teniendo en cuenta la sintomatología del trabajador, a los que se sumaban; inestabilidad propioceptiva, insomnio, etc.… el titular del juzgado sentenció que tales patologías eran incompatibles con cualquier tipo de actividad laboral.

Afortunadamente, en la actualidad, las AA.PP y todas las empresas están preparadas para cualquier repunte pandémico, y deben tener pactados protocolos de actuación y prevención de estos y otros riesgos, que deben integrarse en los planes de prevención con el objeto de poder lleva a buen término las evaluaciones de riesgos profesionales.

El COVID persistente en cifras

El COVID persistente ha afectado ya al 3,8% de un total de 447 millones de la población europea. La UE estima 17 millones de pacientes en los dos primeros años de pandemia. Fuentes de la UE estiman que, uno de cada diez deja de trabajar.

Según un metaestudio realizado por científicas internacionales se identifican unos 200 posibles síntomas en el COVID persistente.

Según la revista médica 'The Lancet' el "long Covid" es "una afección multisistémica debilitante posterior a una infección con síntomas comunes de fatiga, dificultad para respirar y disfunción cognitiva, que afecta la capacidad para realizar actividades diarias durante meses o años".

Una enfermedad agravada por los riesgos psicosociales

"No somos vagos ni locos: estamos enfermos" “No queremos que nos dejen solos. Ni somos una panda de vagos ni de locos. Somos enfermos y no estamos así porque queramos, sino porque vino un virus y nos cambió la vida”. Estas son otras de las manifestaciones que refieren afectados de COVID persistente.

Los afectados de COVID persistente o de larga duración tienen cuadros complejos, que es muy habitual que incluyan daños en la salud psicosocial.

Plataformas de personas afectadas reivindican el acceso a antivirales para tratar posibles reinfecciones, así como que se elabore un registro nacional de pacientes y que se reconozca la dolencia como potencialmente incapacitante.




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