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Para variar, andaba yo el otro día por el Juzgado de lo Social, cuando tras confirmar que me habían suspendido el enésimo juicio por causa de la huelga de los LAJ’S, casi me tropiezo con un Magistrado que vestido de paisano, recibía a unos periodistas de Televisión Española, parece que para ser entrevistado o algo parecido. Justo en aquél momento estaban en las presentaciones. Al verme, SSª no dudó un instante en presentarme también a los periodistas, diciéndoles: “… Este es el Sr. Miserol, uno de los abogados de la casa…”. Saludé, como no podía ser menos a los periodistas y por supuesto a SSª y la verdad es que no soy capaz de reproducir lo que dije, pero tras estas palabras me despedí de la comitiva, que siguió a lo que había venido. Hasta aquí, nada más que un encuentro casual. Pero me quedé con la frase “...un abogado de la casa…". Y me gusta. Ser de la casa, suele ser sinónimo de confianza, de ser parte de alguna cosa cercana. En este caso, de la sede de los Juzgados de lo Social de Barcelona. Y si, cierto es que he maldecido mil veces las deficiencias de la casa. Lo mal distribuida que está. Lo apiñados que están los Juzgados, la gente que los habita y la que los usa. Lo poco que sirve para el destino que se le ha dado…. Y un largo, larguísimo etcétera que ya tiende al infinito. Pero, según SSª, soy de la casa. De esta casa y no de otra. Y bien mirado, ahora que no me oye nadie, debo confesar que me gusta ser de la casa esta. Que es verdad, es mi casa, o por lo menos, mi otra casa, como entiendo lo es de SSª y de tantos y tantos personajes de los que circulamos por allí casi todos los días de nuestras azarosas vidas. O lo que sea la vida de cada uno.

Y es mi/nuestra casa, porque a lo largo del tiempo, lo que hacemos allí ya no es un trabajo o una obligación. Pasa a formar parte de nuestra vida. Reimos, lloramos y compartimos momentos únicos con los clientes, con nuestros compañeros, con los funcionarios y los que no lo son, con los testigos y los peritos. Con el personal de seguridad, de la limpieza, con los de las Salas de Togas, con todo el mundo. Nos cabreamos, pero también empatizamos, nos comprendemos y ayudamos… o nos damos alguna que otra puñalada trapera que también. En pocas palabras. En esta casa hay vida y sobre todo, personas que se interrelacionan y hacen algo más que resolver pleitos y cosas de estas de los papeles, las leyes y los derechos. Viven. Vivimos. Y qué queréis que os diga: Pues eso, que no nos falte esta casa…, aunque una mudanza a un  espacio más adecuado, no nos vendría del todo mal.




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