Es dable observar que aún hoy en día sigue vigente la creencia de que la violencia, en cualquiera de sus formas -directa, cultural y estructural-, es una forma de resolver conflictos.
Sin embargo, lo que, a lo largo de la historia, dura y dolorosamente hemos aprendido, es que si bien la violencia pone fin a un “problema”, no resuelve el “conflicto”.
Se podrían citar numerosos ejemplos: la aniquilación del otro (el exterminio Armenio entre 1915 y 1923), la desaparición forzada del antagonista (las dictaduras de América Latina en la década del ’70), etc.
La muerte del “enemigo”, es sin duda alguna el método más extremo.
Roguemos que la espiral de violencia, por difícil que sea, pueda ser contenida y que la escalada se detenga antes de que alcance costes irremediables.
Quiero detenerme a reflexionar en dos imágenes, dos construcciones personales, sociales y finalmente esctructurales, me refiero a las respectivas imágenes del “enemigo”.
Me pregunto: “¿Cómo se ha construido la imagen del enemigo en cada uno de los bandos que hoy se enfrentan violentamente?”
Debemos comprender y asumir, como verdad revelada, que “la construcción de la imagen del enemigo” es el resultado de un “proceso” por lo general muy lento y profundo.
Cuando las personas se sienten amenazadas tanto en sus valores como en sus necesidades, dentro de su psique se lleva a cabo un proceso de distorsión de la realidad que las conduce por el camino del conflicto.
En la construcción de la imagen del “enemigo” concurren una serie de circunstancias tanto propias de cada persona y/o colectivo de personas (inseguridad, miedos -a experimentar, a lo desconocido, al cambio-, baja autoestima o expectativas frustradas que se unen a la falta o insuficiencia de comunicación, expresión de sentimientos y emociones, estereotipos, prejuicios, etc.), como de contexto (cultural y estructural).
Queda claro que la remisión a la historia no solo es inevitable, que también, sino que aconsejable porque es necesario entender la historia del conflicto. Sin embargo, el conocimiento de la historia por sí solo no es suficiente para solucionar el conflicto.
La propuesta para resolver el conflicto es: deconstruir esas imagenes del “enemigo”, es decir, deshacer analíticamente cada uno de los elementos que constituyen la estructura de esa imagen tomando como punto de partida la diferenciación entre “persona” y “problema”, y a la vez deconstruir los elementos constitutivos del “conflicto” tomando como punto de partida la diferenciación entre “problema” y “conflicto” y trabajando los 13 elementos que pueden integrar el mismo; porque solo así se llegará a la profundidad adecuada para resolver de forma pacífica el mismo.
Bibliografía.
Conforti, Franco. (2018). Construcción de Paz. Diseño de intervención en conflictos. 3ª Edición. Dykinson. Madrid.