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Permitidme que utilice esta expresión directamente extraída de nuestra rica literatura popular. Es lo único que se me ocurre decir en relación a lo que me ocurrió ayer mismo. Nuestra eficiente secretaria, me pasa una llamada procedente de la Sala de lo Social del Tribunal Superior. Como son los de arriba y uno hizo la mili en infantería, me pongo en posición de firmes y descuelgo el teléfono. Si, dígame… Mire, que le llamo de la Sala en relación al recurso nº siete mil setecientos… y dos números más. Se me hace un nudo en la garganta. No tengo ni idea de cual es el asunto del recurso siete mil setecientos… y dos números más. Uno ya no es capaz de memorizar estas cosas, que ya tengo una edad. Tímidamente, me atrevo a sugerir que me indiquen quien es mi cliente, que a eso si llego. Y si, me lo dicen. Entonces me explican que hay un problema con una notificación en papel que iba dirigida a mi y que al parecer no ha llegado al domicilio que debía. Por lo que me cuentan, intuyo que ha llegado al domicilio donde teníamos el despacho antes de la pandemia. Y les digo que puede ser esto. Entonces, la funcionaria me dice que le mande un escrito indicando el nuevo domicilio por fax…. ¿Por fax?, pregunto. Y ella me responde que si, que lo ha dicho bien… que se lo mande por fax, como si eso fuera lo más normal del mundo. Le digo que hace años que no utilizamos estos artilugios y que miraré a ver si podemos reactivar un fósil que creo no tiramos al cambiar de despacho. La funcionaria me dice que bueno que si tan complicado va a ser que ya mirarían de buscar otra forma de que les mande el escrito… Tras una cuantas palabras más, finalmente resultó que ya tenían el domicilio bueno y la cosa quedó en que me mandarían la notificación en papel al domicilio correcto.

Ya es fuerte que toda una Sala del TSJ aún notifique todo en papel, pero lo del fax… pues eso: de alucinavecina. Menos mal que no dieron con el compañero más joven del despacho, que éste ya no sabe siquiera lo que es eso. Por lo menos yo pude mantener aún una conversación coherente sobre el tema.

Este es el nivel de digitalización que tiene toda una Sala de todo un Tribunal Superior de Justicia: Utilización de los dígitos de la mano para marcar un número de teléfono en el artilugio fosilizado ese que aún no se si llegamos a tirar durante el traslado de despacho. Esto sí, si lo llego a encontrar, lo voy a guardar como oro en paño. Que seguro que después de esto, debe valer una fortuna.




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