La igualdad no debería ser un campo de batalla ideológico, sino un pilar de competitividad, un liderazgo diversificado no solo es un imperativo ético, sino una ventaja en términos de resistencia, innovación y crecimiento
Vivimos en un momento de nuestra historia en el que la polarización y la falta de diálogo no solo marcan la agenda política y social, sino que también impactan en las organizaciones. La radicalización de posturas ha generado un efecto perverso: convertir lo distinto en una cuestión de trincheras ideológicas. Nos fijamos más en lo que nos separa que en lo que nos une.
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