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Nuestra sociedad, nuestra economía desde hace décadas experimenta profundos cambios, consecuencia de las distintas revoluciones tecnológicas simultáneas que vivimos, la globalización y la geolocalización, la tecnología de la información y el conocimiento, la inteligencia artificial, la robotización, las nuevas fuentes de energía, el cambio climático, la movilidad, los cambios en los hábitos de comunicación, en las relaciones de género, la recomposición de los grandes bloques económicos, etc.

Todo este proceso se desarrolla en una progresión que aumenta su grado de aceleración conforme avanza y que ahora, la pandemia que padecemos, hace de catalizador para acelerar la reacción aún más.

Todo esto, cómo no, afecta a los abogados, unos profesionales que aconsejan, asesoran y defienden los intereses de otros no pueden ser ajenos a ningún cambio social, porque seguramente ejercemos la profesión más profundamente imbricada en la sociedad, en sus anhelos, en sus proyectos y en sus problemas.

Cambios sociales tan profundos colocan, entendida en el sentido de evolución, en crisis a la abogacía, y con ella a las distintas formas de organización del ejercicio profesional, a los despachos de abogados. Los momentos que vivimos, apasionantes y complejos, difíciles en el medio plazo, están produciendo modificaciones en los modelos de despachos. En ese futuro que ya tocamos, probablemente todas las formas de organizarse hoy existentes seguirán teniendo su espacio, pero todas necesitarán grandes cambios para adaptarse a la realidad, prosperarán y obtendrán ventaja las que no sólo se adapten, sino las que sepan utilizar la situación como oportunidad para mejorar.

Una de las estrategias a la que obliga la nueva dinámica económica y social a las empresas en general es la de ganar tamaño con el objetivo de mantener y mejorar la capacidad de competir. Esa es la realidad que se va imponiendo también para los despachos de abogados, es necesario ganar tamaño.

Sin crecimiento es difícil garantizar el futuro de las pequeñas y medianas firmas, su dimensión la determinó su dependencia esencial de los socios fundadores, si esa dependencia no disminuye, cuando decaiga la trayectoria profesional de éstos, tenderán naturalmente a extinguirse. Las firmas que no incluyan en su estrategia trascender a sus fundadores realmente están optan por el declive a medio plazo y su descomposición o liquidación.

Frente al lento método de crecimiento orgánico de las firmas, mediante la incorporación de nuevos profesionales con talento en los distintos niveles de la carrera profesional, algo siempre necesario, la actual situación en la que los cambios se aceleran de la manera en que lo están haciendo, exige buscar formas de crecimiento mucho más rápidas, el crecimiento orgánico solamente puede complementarlas.

Dentro de las muy diferentes fórmulas existentes en el mundo de la empresa (adquisiciones, fusiones, ampliaciones de capital, entrada del capital-riesgo), los despachos están optando, con acierto, por llegar a acuerdos de integración, usando fórmulas de muy diferente naturaleza, pero encaminadas a constituir finalmente una única organización, una marca que aproveche todas las sinergias y las economías de escala, con el tamaño suficiente para poder prestar los complejos servicios transversales que la empresa y la economía actual y del futuro demandan.

Si los objetivos ineludibles de los despachos de abogados en el corto y medio plazo son  reforzar la capacidad de acceso a los recursos necesarios para abordar la innovación tecnológica y de forma decisiva acelerar la transformación digital de las firmas; captar talento, haciendo más atractivo y estimulante el proyecto; dar solidez, amplitud y transversalidad a la catera de servicios; generar sinergias comerciales entre las carteras de clientes y los recursos de las firmas, la fórmula de conseguirlo es crecer mediante uniones con otras firmas. 

En definitiva, lo que la integración busca es colocar el despacho resultante en un nivel que le permita ser competitivo en el mercado de servicios, un mercado en el que no es posible afianzarse sin un considerable tamaño dada la exigencia de añadir valor y para ello la necesidad de formar equipos multidisciplinares, contar con especialistas en muy diferentes materias, transversalidad de conocimientos, más especialización, más talento, más tecnología.

El objetivo de integrar sociedades profesionales, bajo una misma marca y criterios de organización, crecimiento inorgánico, en definitiva, la suma de despachos, permite alcanzar tamaño con mayor celeridad al lento crecimiento orgánico.

Por eso cada vez son más los despachos de abogados que buscan en la fusión y en la colaboración la forma de crecer, expandirse y conseguir la capacidad de proporcionar servicios más complejos, transversales y especializados a sus clientes.


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