Carpeta de justicia

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El impacto más descatable del “wealth management” no es ya el incremento de la desigualdad o la evasión de impuestos, que por supuesto; es algo mucho más grande y perturbador: un universo de fantasías libertarias hechas reales, en el que la intervención profesional hace posible, para las personas más ricas del mundo, mantener una absoluta libertad no solo respecto de las obligaciones fiscales, sino de cualesquiera leyes que consideren inconvenientes.

 

Así nos lo plantea Brooke Harrington, tras dos años de investigación sociológica “desde dentro” del mundo secreto de los “gestores de riqueza”, a través de la formación específica, en Suiza o Liechtenstein, que le acreditó internacionalmente como “Trust and Estate Planner” (TEP), “una de los nuestros”.

Brooke Harrington es una profesora de la “Copenhagen Business School”. Su artículo en The Atlantic “Inside the Secretive World of Tax-Avoidance Experts” anuncia la publicación en 2016 del libro (Harvard University Press) con los resultados de esta singular investigación, no tributaria ni jurídica -pero contundente y certera-, realizada en el mismo centro del “mundo secreto” de los expertos en “gestión de riqueza” (“Wealth-Management”), añado yo ahora, “en la liga mundial”.

Un artículo de Bloomberg sobre Bill y Hillary Clinton, en junio de 2014, comenzaba con un clásico sobre política e impuestos: los impuestos son buenos, para los demás. Los Clinton se habrían posicionado “muy a favor” de la instauración de un impuesto inmobiliario (sobre el patrimonio o las sucesiones, por ej.), para evitar que los USA acaben siendo dominados por la “riqueza heredada”. Pero, claro, ello no significa que ellos mismos quieran pagar tal impuesto (“Bill and Hillary Clinton have long supported an estate tax to prevent the U.S. from being dominated by inherited wealth. That doesn’t mean they want to pay it”). El artículo hacía referencia al “trust” que habían constituido en 2010, con aportación de su patrimonio inmobiliario en 2011, para evitar el pago de ese impuesto... ¡para empezar!

Menciono a los Clinton y su “trust”, porque el “trust” es la figura central, también, del artículo de Brooke Harrington. Por supuesto, la figura del “trust” no es deconocida en ningún sitio, por nadie que esté mínimamente iniciado en estos asuntos. Obviamente, “la peña” prefiere ensañarse con las “vulgares” SICAV que es lo que da “réditos demagógicos” dicho sea de paso. Llámenle “trust” por el poder de los anglicanismos, pero no dejan de ser una especie de “fiducias” de las “de toda la vida” (figuras sobre las que el derecho privado foral navarro sigue siendo un referente explícito; también organizable, por supuesto, en régimen común y reconocido por el TS).

El objeto de esta breve nota es solo, como en “Confidence Games”ponerles en la pista de “lo que hay”. Con la agenda mediática enfocada en una dirección (BEPS y la OCDE, country by country report y otros dineros más fáciles de “trincar”, perdón, encontrar...), hay muchas cosas ocultas en el “backstage” que quizás merecieran algo más de atención.

La autora, por supuesto, menciona el ramillete clásico de “Tax Havens” (que no “paraísos fiscales”, tergiversada o ignorante traducción hispana), desde British Virgin Islands, Jersey (se prohibió a una periodista de Newsweek entrar en el Reino Unido por la publicidad negativa sobre la isla...) o las Cook Islands.

Y entre los nombres propios, una simple muestra nos aproxima a Mitt Rommey (en campaña para la presidencia de USA en 2012), el magnate ruso Dmitry Rybolovlev (archimediático por “el divorcio más caro del mundo” ..., pero con fondos “inaccesibles” en un “trust”), o Kevin Trudeau (autor y promotor inmobiliario quebrado) y hasta Eduardo Saverin (co-fundador de Facebook, que renunció a la nacionalidad norteamericana en 2012 -impuestos mediante-, y personaje central en “The Social Network”).

El trabajo de los profesionales de la “gestión de patrimonios” (wealth-management, en esta “liga”) es mantener las fortunas personales de estos “super-wealthy” (archi-riquísimos) fuera del alcance de los gobiernos (y de los acreedores, ex-parejas, reclamantes o sucesores cabreados).

Entre las aseveraciones más contundentes de esta pequeña nota está aquella que afirma que “ningún demandante sobre la faz de la Tierra ha sido capaz de desmantelar un trust de las Islas Cook”. Y entre esos “actores” se incluye al Gobierno de los Estados Unidos, que ha sido incapaz, reiteradamente, de recaudar condenas multimillonarias impuestas a defraudadores sentenciados en tribunales federales.

De hecho, otra aseveración que “nos sitúa”, la elusión de impuestos (con el tan “inusual matiz”, para un sociólogo e incluso para un legislador o un magistrado especializado, de que ello consiste en “la práctica perfectamente legal de minimizar las obligaciones tributarias de un individuo”) es la menor de las preocupaciones que los “wealth managers” atienden para sus clientes.

Por supuesto, la virtualidad de los “trust” como mecanismo de “puentear” las ridículas limitaciones de una legislación hereditaria del Siglo XIX en España, tampoco son desconocidas por nadie que juegue “en esas ligas”.

Este artículo me deja ya con la impaciencia de tener el libro final en mis manos. Y me maravilla esta aproximación “anglosajona” y sociológica, con las “historias personales” de los implicados (65 entrevistas en 18 países), sus visiones informales, íntimas, sobre su profesión, sobre sus propias vidas y sobre las figuras de sus clientes (algunos “repugnantes”..., “si alguna vez me convierto en algo similar a mis clientes..., solo disparadme”); sobre los conflictos morales, sobre la sensación de esos clientes de “absoluta libertad personal, movilidad y privacidad”, sobre la ausencia de fronteras, sobre el aspecto modesto y de “perfil bajo” de estos ciudadanos particulares (la discreción lo es todo aquí), sobre el “feeling” de estar por encima de las nacionalidades y las leyes.

Y, sobre todo, me deja una vez más con una profunda tristeza y sinsabor, al observar como todo el debate social “hispano” sigue completamente desenfocado, embarrado en una melé demagógica que esconde lo “mollar”, por sistema.

Mucho más, incluso, las decadentes sociedades occidentales en sus excesos histriónicos (regulatorios, intervencionistas, extorsionadores), y sus ineficacias extremas (descontrol de órganos regulatorios, puertas giratorias, corrupción) tienden a generar “coartadas”, “justificaciones” para este tipo de comportamientos. ¡Mal ibamos, mal vamos, mal seguiremos yendo! En medio, los de siempre, Vd. y  yo, burros y apaleados...




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