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a he comentado otras veces que veo a muchas empresas preocupadas por la sensación de descontrol, de no saber exactamente hacia donde van. Oímos hablar de tecnologías que no entendemos a pesar de que lo intentamos, pero nos supera. Nos dicen que tenemos que desaprender, que debemos ser disruptivos, y no sabemos exactamente como aplicarlo en nuestras realidades.

Es cierto, todo va muy rápido. Tan rápido que no tenemos tiempo ni de equivocarnos. Hace un tiempo la máxima era aprender de los propios errores, era el mejor máster. Hoy casi no te da ni tiempo porque cuando te has recuperado ya te han avanzado por la derecha, por la izquierda, y te has quedado atrás.

Nos da miedo ser más grandes, pero por otro lado tenemos claro que la dimensión hoy es más importante que nunca, precisamente para poder tener capacidad de hacer todos estos cambios. Las grandes corporaciones van ganando terreno y mercado y nosotros tenemos que competir con ellos. Éstas son las normas hoy.

Ante todo esto: ¿cuál puede ser una alternativa válida?

Una de ellas será, sin duda, la cooperación. Ponedle el nombre que queráis: asociación, agrupación, clúster, federación, etc. pero, en definitiva, juntar intereses que nos permitan crecer juntos y aprender de la experiencia de los demás.

Hasta ahora algunas de estas fórmulas ya han tenido éxito, pero ciertamente la mayoría a veces en empresas complementarias, que no se sentían competencia unas de las otras. Pero, ¿es posible hacerlo con empresas que sean igual que tú? ¿Puedes llegar a plantearte colaborar con empresas que consideras como competencia directa?

Yo, sinceramente, creo que sí. Precisamente, quizás en esto también tenemos que empezar a “romper” esquemas. En el ámbito de la pyme, cuando el mercado es tan grande como lo son hoy la mayoría, ¿realmente estamos compitiendo siempre por los mismos clientes? Estoy seguro de que, excepto en algunas ocasiones de mercados muy reducidos, en la mayoría de los casos no coincidimos.

¿De qué nos puede servir? Pues para encontrar sinergias complementarias que seguramente existen, para encontrar aquellos puntos en común que nos hagan más fuertes a todos, coger dimensión siendo pequeños, compartir proyectos de investigación, aprender de los errores que ya han hecho otros.

No quiero hacer un eslogan fácil, pero el futuro se escribe en clave “CO” de colaborar, coordinar, cooperar, coliderar. Pasar de la visión individualista a una visión de cooperación ya es disruptivo.

Sólo es el comienzo.




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