[ Portada Professional Woman Content ] Quizás una de las consultas que recibo más a menudo tiene que ver con el cuestionamiento de cómo salir de la «rueda del hámster». Es decir, cómo romper con lo establecido y empezar a gestionar ese malestar, ese desánimo que se apodera de un@ cuando percibes que tu día a día va perdiendo en atractivo y va ganando en carencia de sentido. Es ese darse cuenta de que gran parte del tiempo estamos funcionando bajo inercia, habiendo cedido las riendas de nuestras prioridades y preferencias a terceras personas o a las propias circunstancias rutinarias.
Mercè Brey |
Pero cambiar hábitos y rutinas no tiene nada de sencillo. Según el Dr. Joe Dispenza, los seres humanos tenemos entre 60 mil y 70 mil pensamientos al día y el 90% de estos pensamientos son los mismos que el día anterior. Los mismos pensamientos conducen, irremediablemente, a las mismas opciones lo que provoca un círculo vicioso donde nos
sentimos atrapad@s.
Necesitamos, entonces, generar nuevos pensamientos, y generamos nuevos pensamientos cuando tenemos experiencias nuevas. En otras palabras, necesitamos introducir en nuestro día a día, de forma consciente, experiencias que nos ayuden a romper la dinámica perpetua que nos pueda tener atrapad@s, con tal de virar hacia una estilo de vida más acorde con nuestras aspiraciones.
Pero, ¿cómo introducir experiencias nuevas y romper este patrón de repetición? Bajo mi punto de vista, y a tenor de lo experimentado tanto en mis propias carnes como en procesos de acompañamiento al cambio, considerando tres aspectos clave:
1.- Cuestionarse qué nos genera y qué nos drena energía.
2.- Tomar una primera decisión.
3.- Estar dispuest@ a asumir las consecuencias de la decisión tomada.
Para provocar la ruptura de un patrón repetitivo me gusta especialmente un ejercicio que yo llamo la Dinámica del Deshoje, pues nos ayuda a ver con claridad aquello que nos está drenando energía y también aquello que, por el contrario, nos aporta energía y vitalidad.
Para realizar este ejercicio es preciso buscar un espacio tranquilo donde nos sintamos confortables, lejos del ajetreo diario. Así mismo, para llevarlo a cabo de forma eficiente, es conveniente reservarnos al menos un par de horas. La mecánica es muy sencilla:
- Siéntate frente a una mesa con dos bloques de notas, de un tamaño tipo cuartilla y, a poder ser, de colores distintos.
- Un bloque lo destinaremos a las actividades que nos drenan energía y el otro a las que nos aportan energía.
- Toma unas respiraciones y ve escribiendo, según te venga a la cabeza, las distintas actividades que componen tu día a día. Utiliza una hoja para cada actividad. Escribe la actividad, arranca la hoja y déjala a un lado.
- Tómate todo el tiempo que necesites y escribe todo aquello que se te ocurra, aunque a priori creas que no es relevante.
- Una vez consideres que ya no hay nada más que escribir, coge todos los papeles y distribúyelos encima de la mesa, de forma que veas el «mapa» completo.
- Observa los papeles con detenimiento y empieza a clasificarlos: en un lado lo que te drena energía, en el otro lo que te genera energía.
- Una vez finalizada la clasificación, toca tomar decisiones. Pregúntate: ¿Qué actividad de las que me drena energía voy a dejar de hacer? ¿Qué actividad de las que me genera energía voy a hacer con más intensidad?
Cuando un@ toma una decisión de estas características, puede hacerlo de una forma más bien conservadora o bien de una manera disruptiva.
Conservadora correspondería a ese dar pequeños pasos, para no confrontar de forma dramática la realidad en la que estamos surmergid@s.
La disruptiva, en cambio, toma decisiones contundentes, que representan un cambio sustancial en nuestro día a día. Ambos caminos son viables y, llevados a cabo con valentía y determinación, cumplen con su objetivo.
Aún así, cuando ves con claridad qué te está drenando y generando energía, creo que una dosis elevada de osadía ayuda sobremanera a acelerar el proceso.
Antes de tomar la decisión, no te olvides de analizar cuáles pueden ser las consecuencias que se deriven. Sopésalas, y si crees que no estás en el punto de acarrear con ellas, reformula tu decisión. Cuando lo tengas claro, ¡atrévete!
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