En realidad, las recientes declaraciones no han surgido de forma repentina sino que son una culminación de un proceso de toma de conciencia por parte de los líderes empresariales mundiales. Un proceso que se inicia a raíz de los movimientos antiglobalización a finales del siglo pasado. Este movimiento se ha ido desarrollando intelectualmente durante dos décadas, consolidando un vínculo entre las finanzas y el malestar social.
El continuo deterioro de la reputación corporativa en la última década y el continuo incremento de los riesgos reputacionales, potenciados por la hipertransparencia y las fake news, avala el diagnóstico contrario a una visión financiera centrada únicamente en el retorno a corto plazo para los accionistas. “Estamos experimentando una creciente desigualdad social y una disminución de la confianza en la política dominante […] ” señalaba recientemente el CEO de Solvay y promotor de la declaración europea, Ilham Kadri. Pese a que célebres autores han tratado de demostrar que realmente los indicadores de progreso siguen siendo saludables, ha prevalecido lo que Garrigues denomina un “malentendido global” sobre la función de la empresa en la sociedad, afectando a su reputación.
Por ello, todas las iniciativas mencionadas tratan de poner en valor el modelo capitalista partiendo de una premisa: el capitalismo ha sido eficaz y ha contribuido a generar riqueza y empleo para toda la sociedad. “Las empresas desempeñan un papel vital en la economía al crear puestos de trabajo, fomentar la innovación y proporcionar bienes y servicios esenciales”, señala el preámbulo de la declaración de Business Roundtable. Las declaraciones del pasado agosto y septiembre inciden en un punto adicional: para reconectar con los stakeholders es necesario hacer más.