Adecco Group Institute, el centro de estudios y divulgación del Grupo Adecco, quiere analizar el contexto laboral, económico y social en el que se encuentra inmerso nuestro país para afrontar el escenario cambiante que arroja 2020 y que se prorrogará al menos hasta 2021. Y para ello presenta su Anuario sobre el Mercado de Trabajo 2020, haciendo un repaso a los hitos más destacados del pasado año en materia de empleo (ocupación, desempleo y contratación), economía, evolución de la Seguridad Social, salarios, educación y formación para el empleo, negociación colectiva y conflictividad laboral, población, salud y prevención de riesgos laborales.
Según Iker Barricat, director general de Adecco España: “este anuario trata de colmar una necesidad de todas las personas que de una u otra forma trabajan por y para el empleo: consolidar en una publicación aquella información relevante respecto a las principales variables que inciden en el empleo, como una fotografía dinámica que, con carácter anual, nos permita tener una visión global y ayude en la toma de decisiones”.
Y aunque son muchos los datos a destacar, lo que parece evidente es que la situación de los jóvenes españoles es preocupante. Según la encuesta de población activa (EPA) del 2º trimestre de 2020, los menores de 25 años perdieron 244.000 empleos, un descenso interanual de un 23,9% y también se llevaron 1 de cada 5 de las afiliaciones.
“España tiene enormes retos relacionados con el empleo, pero quizás uno de los más importantes es reducir la sangrante tasa de desempleo juvenil, colectivo que además viene sufriendo con mayor intensidad los efectos en el empleo de la pandemia. Actualmente tenemos la fuerza laboral mejor formada de la historia, nuestros jóvenes tienen un nivel de formación muy por encima del resto de países de la Unión Europea, el número de alumnos matriculados en FP alcanza un nuevo máximo histórico, y sin embargo, nuestra tasa de desempleo juvenil es la segunda más alta de Europa. Es por ello vital que trabajemos en mejorar la conexión entre la oferta de candidatos que salen de los centros educativos, y las necesidades de las empresas y empleadores”, destaca Iker Barricat, director general de Adecco España.
En palabras de Javier Blasco, director del Adecco Group Institute: “Es necesario que en la salida de esta crisis que ahora nos ocupa, debemos romper clichés y aprovechar a las personas más que nunca como motor de la recuperación. El talento es el mayor activo de nuestra competitividad en un mercado globalizado. Tenemos la combinación de la generación más formada de nuestra historia -la de nuestros jóvenes- y la experiencia y el talento de varias generaciones de personas trabajadoras cuya experiencia y habilidades son más necesarias que nunca”, añade el director del Adecco Group Institute”.
Aventurarnos al futuro es muy complicado, y más, con el escenario tan imprevisible en el que nos movemos ahora, pero conocer bien el punto de partida es clave para afrontar las próximas decisiones y adelantarnos a cualquier escenario venidero.
La crisis golpea más a los jóvenes
La pandemia de la COVID-19 ha puesto en jaque todos los aspectos de nuestras vidas. Pero ya sabemos que son los jóvenes los que están sufriendo el impacto más grave. Así, los menores de 25 años se llevan la peor parte de la pandemia: un descenso en el empleo de un 23,9% interanual (pérdida de 244.000 puestos de trabajo y 1 de cada 5 afiliaciones a la Seguridad Social).
Por sexo, a tenor de los datos de la encuesta de población activa (EPA) del 2º trimestre de 2020, entre los varones, perdieron puestos de trabajo todas las franjas de edad excepto la de 60 y más años, cuyo número de ocupados creció un 7% (equivale a 53.900 contrataciones netas). Los menores de 25 años llevaron la peor parte, con un descenso en el empleo de un 22,1% interanual (pérdida de 126.300 puestos de trabajo). Por su parte, en el caso femenino, la franja de edad de mejor desempeño también fue la de personas de 60 y más años de edad, cuya cantidad de ocupadas aumentó un 7,5% (45.400 nuevos empleos). También en este caso las menores de 25 años sufrieron la mayor pérdida de empleo (117.700 plazas perdidas; -26,1% interanual).
El paro se incrementó para los menores de 40 años, pero se redujo para los mayores de esa edad. Entre las personas de 25 a 39 años, el número de parados creció un 17,7% (189.800 desocupados más). Por el contrario, las personas de 40 a 59 años exhibieron un descenso en el número de parados (-3,7%, que supone 54.400 desempleados menos que hace un año).
Entre las mujeres, aquellas de 25 a 39 años sufrieron un aumento del paro (74.800 más; +13,1% interanual), mientras que las demás franjas de edad mostraron una caída en la cantidad de desocupadas. En especial, ese fue el caso de las mujeres de 60 y más años de edad (reducción de 8.600 paradas; -9,1%). En cambio, el paro masculino solo bajó entre los de 40 a 59 años (1.500 parados menos; -0,2%), en tanto que aumentó en los demás grupos de edad. El más perjudicado fue el de varones de 25 a 39 años, con 115.000 parados más (+23,1%).
La tasa de paro bajó para los mayores de 40 años y subió para los menores de esa edad. La mayor subida se produjo entre los menores de 25 años, hasta el 39,6% (+6,5 p.p. interanuales). La tasa de desempleo de aquellos de 60 y más años se redujo hasta el 11,2% (0,8 p.p. menos que hace un año, permaneciendo como la más reducida).
Cuando se analiza la tasa de paro de cada grupo de edad para cada sexo, se observa que en todos los casos la proporción de desempleados masculina es más baja. Sin embargo, la tasa de paro subió en todos los grupos de edad masculinos. Entre las mujeres, descendió para las mayores de 40 años. Entre los varones, el peor resultado fue para los menores de 25 años, cuya tasa de paro aumentó 6,7 p.p., hasta el 38,3%. También ocurrió lo mismo con las mujeres, ya que la tasa de paro de la misma franja de edad subió 6,3 p.p. hasta el 41,2% (la mayor tasa de paro de todas las franjas de edad).
Asimismo, los jóvenes ocupan puestos de trabajo con jornada a tiempo parcial en una proporción sensiblemente superior a la media. En el primer trimestre de 2020 esta proporción, el 39,1%, ha aumentado trimestralmente, y sigue siendo muy superior al 14,5% del conjunto de la población (para los jóvenes de hasta 29 años es del 26,1%).
En relación con la UE, en 2019, con datos anuales de Eurostat, el 46,2% de los jóvenes que trabajaban a tiempo parcial en España lo hacían involuntariamente, frente al 22,4% en la UE-28, donde son mayoría los que lo hacían de forma voluntaria.
Y no es mucho mejor el dato si nos centramos en jóvenes y autónomos, a 31 de marzo de 2020, el número de jóvenes afiliados al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) presentaba un descenso interanual del 4,1%, 10.448 jóvenes afiliados menos. Al terminar marzo de 2020, la cifra de afiliados en el RETA menores de 30 años se situaba en 245.067, de los que 155.167 son hombres (el 63,7%) y 89.900 mujeres (el 36,3% restante).
Primeros efectos negativos de la COVID en la economía
Si la productividad (PIB por persona ocupada) ya mostraba un ligero descenso en 2018 y 2019, la crisis del coronavirus la desplomó un 17,1% interanual en el segundo trimestre. Ese resultado está magnificado por el hecho de que las personas en ERTE se consideran ocupados en las estadísticas oficiales.
El PIB por habitante es la medida más vinculada con el bienestar general de la sociedad. Cuando se dice que un país es “rico”, implícitamente se dice que es un país con un PIB por habitante muy alto. Esta variable también sufrió un descenso histórico en la primera parte de 2020 como consecuencia de la crisis de la COVID-19.
Observar el PIB desde el lado de los sectores productivos (oferta), permite ver las diferentes evoluciones durante la recuperación de la economía. Por ejemplo, mientras los Servicios de Información y comunicaciones solo sufrieron una contracción un único año (2011), la Construcción y las Finanzas y seguros atravesaron siete años consecutivos de caídas en su PIB (2008-2014 en un caso y 2009-2015 en el restante).
Comparando los volúmenes de producción de 2007 y 2019 se advierte que, mientras el PIB total subió 7,4%, el de Servicios de Información y comunicaciones lo hizo un 44,1%, el de Actividades profesionales un 34,2% y el de Comercio y hostelería un 15,3%. Por el contrario, el PIB industrial, el de las Finanzas y el de la Construcción fueron en 2019, respectivamente, un 6,9%, un 20,3% y un 33,2% inferiores a los de 2007.
La irrupción de la pandemia tuvo un impacto muy disímil entre sectores. En el segundo trimestre, tanto la Agricultura como las Finanzas crecieron (en este último caso, logró el mayor incremento desde 2006). Al mismo tiempo, hubo caídas de magnitudes históricas en la industria, la construcción y el comercio.
Otro efecto de la crisis sanitaria es que la COVID-19 ha hecho reducir el número de empresas de todos los tamaños. Pese a que encadena cinco años de crecimiento, el número de empresas continúa siendo inferior, por ejemplo, al de 2010, excepto en el caso de las firmas más grandes.
Las empresas con 10 o más empleados crecían más que el promedio, lo que es bueno para el empleo, la productividad, las exportaciones y la fortaleza general de la economía. Este tipo de empresas equivalieron en 2019 al 4,5% del total, la mayor proporción en diez años.
En la primera mitad de 2020 cayó el número de empresas de todos los tamaños, aunque el impacto de la crisis es mayor cuanto más pequeño el tamaño de la firma:
Tras seis años de aumento del empleo y caída del paro, la COVID cambia la tendencia
En 2019, el número de ocupados creció y el de parados disminuyó por sexto año consecutivo. Al mismo tiempo, la tasa de paro también se redujo por sexto año seguido. Sin embargo, los 3,2 millones de parados son un 76% más que los que había en 2007 (+1,4 millones) y los 19,8 millones de ocupados resultan un 3,9% menos (-801.000).
La creación de empleo de 2019 (451.600 empleos), fue la más débil desde 2014, pero mejora al fin y al cabo. Esta tendencia se rompió con la COVID, que derivó en una caída del empleo y una subida del paro, cosas que no ocurrían desde 2013. Y la población activa se desplomó (probablemente porque las probabilidades de encontrar un empleo se consideran muy bajas), lo que evitó que la tasa de paro subiera mucho más.
La tasa de actividad (porcentaje de la población de 16 o más años de edad, que vive en viviendas familiares, que trabaja o busca empleo), prosigue su gradual descenso, consecuencia del paulatino envejecimiento de la población. Todo el descenso se explica por la menor proporción de activos varones, cuya tasa de actividad cayó de un 68,2% en 2010 a un 64,3% el año pasado. En el mismo período, la tasa de actividad femenina subió ligeramente, de un 52,7% a un 53,3%.
La tasa de empleo (proporción de la población de 16 años o más que trabaja) subió en 2019 por sexto año consecutivo. Aunque el 50,4% alcanzado el año pasado es el dato más alto desde 2008, es una cifra que empalidece frente al más de 53% registrado entre 2006 y 2008. Para alcanzar esa cifra, casi 1,2 millones de personas deberían pasar de estar desempleadas a estar ocupadas.
La crisis derivada de la COVID-19 profundizó la caída de la tasa de actividad, al mismo tiempo que produjo una caída en la tasa de empleo equivalente a la sufrida en el bienio 2012-2013, el peor momento de la crisis anterior.
Si nos centramos más en los datos por sexo, vemos que, tras alcanzar un máximo histórico en 2019, el empleo femenino cayó con más fuerza tras la COVID. En 2019, el número de ocupados varones fue de 10,75 millones, mientras que el de mujeres superó ligeramente los 9 millones de personas.
Comparando la máxima ocupación masculina (12,1 millones, en 2007) y la mínima (9,3 millones, en 2013), puede concluirse que se ha recuperado la mitad del empleo perdido en la crisis. Para igualar el dato de 2007 hace falta que trabajen 1,3 millones de varones más. En cambio, el colectivo de mujeres ocupadas en 2019 alcanzó un nuevo máximo histórico, y supera en más de 500.000 el dato de 2007. La irrupción de la COVID está alterando la tendencia hacia una mayor participación femenina en la ocupación: en el segundo trimestre cayó proporcionalmente más el empleo de mujeres que el de varones.
En cuanto a la contratación, la crisis también ha traído el desplome de la contratación indefinida. Durante 2019, la caída en el número de contratos indefinidos firmados fue más intensa en los iniciales, con un descenso de un 8,5%. Aun así, fueron más de 1,3 millones de contratos fijos iniciales, que es el segundo mayor registro de los últimos diez años. Al mismo tiempo, la cantidad de contratos temporales convertidos en indefinidos tuvo un descenso menor, de un 0,3%.
La pandemia provocó la paralización de la actividad económica y, con ella, el desplome en la firma de contratos indefinidos: tanto los indefinidos iniciales como los convertidos en indefinidos, cayeron más de un 50% en el segundo trimestre de 2020.
La COVID provoca la mayor caída del salario medio desde 1909
En 2019, el salario ordinario bruto creció más del 2% anual por primera vez desde 2009. Además, por primera vez en diez años, el aumento del salario ordinario medio superó el incremento de los precios al consumo. La aparición de la pandemia alteró por completo la tendencia ascendente del salario: en el segundo trimestre de 2020, la remuneración media ordinaria cayó un 11% interanual, el mayor descenso del salario nominal desde 1909.
Cuando se corrige el salario nominal (es decir, el salario ordinario mensual expresado en euros) de las variaciones del IPC, se obtiene el salario real. El salario real permite conocer las variaciones en el poder de compra del salario nominal. En 2019, el salario real creció un 1,3% (pues el incremento de un 2,2% del salario nominal fue más grande que la inflación). Así, alcanzó su mayor poder de compra desde 2016. La pandemia no solo hizo borrar esas ganancias, sino que hizo retroceder el salario real hasta el nivel que tenía en 1989.
Negociación colectiva y conflictividad laboral
De media, cerca de 1 de cada 4 asalariados de la UE está afiliado a un sindicato. España, con un 13,9%, se sitúa por debajo del promedio general (la media simple de los 28 países es un 26,5%). Quitando a Francia, España es, entre los países más avanzados de la UE, el que tiene menor proporción de asalariados afiliado a un sindicato.
Si bien hasta julio, los afectados por ERTEs se dividían entre hombres y mujeres prácticamente en partes iguales, en agosto, la proporción de varones en ERTE alcanzó al 53,5%.
Formación y trabajo
España tiene el mayor porcentaje de graduados en tareas no cualificadas. De una comparación con otros países de la UE surge que España es el que tiene el mayor porcentaje de graduados de educación terciaria ocupados en tareas que no son de alta cualificación (tareas elementales y de servicios y ventas). Eso puede estar vinculado con el alto porcentaje de personas que estudia en España carreras de Ciencias Sociales y Jurídicas, cosa que dificulta encontrar un empleo vinculado con el campo de estudio elegido.
La participación de empleados en actividades de formación en la empresa es en España muy alta en comparación con otros países de la UE. En la comparación de indicadores claves entre países de la UE sobre formación continua en la empresa, España presenta una buena situación relativa. Por ejemplo, un 86% de las empresas españolas ofrece algún tipo de formación, cosa que se compara con un 72,6% de media en la UE. Además, un 55,4% de todos los empleados participa en la misma, frente a una media comunitaria de 40,8%.
Asimismo, un 55,4% de los empleados españoles participa en acciones de formación, cifra que se compara, por ejemplo, con un 48,3% en Francia, un 38,1 en Alemania y un 52,2% en Suecia.
Los alumnos de Ciencias Sociales y Jurídicas, aunque se reducen, son casi la mitad del total. El número de estudiantes matriculados en cursos de máster y doctorado continúa creciendo más de prisa que el de aquellos que cursan un grado universitario. En el año académico 2015-16 había 7,5 alumnos de grado por cada alumno de máster. En el curso 2018-2019 se contaron 6 estudiantes de grado por cada uno de máster. El aumento es proporcionalmente mayor para los alumnos de doctorado, que en igual período pasaron de 1 cada 23 estudiantes de grado a 1 cada 15.
La tasa de paro de quienes solo tienen educación primaria casi triplica la de aquellos con formación superior. Los datos ratifican la teoría: cuanto mayor el nivel de formación, mayor es la empleabilidad del individuo y, por lo tanto, menor la tasa de paro. En 2019, mientras las personas con formación superior soportaban una tasa de paro del 8,6%, aquellos con no más que la educación primaria sufrían una de un 26,9%. La irrupción de la COVID no cambió eso, aunque está haciendo subir más la tasa de paro de los niveles educativos más altos.
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