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En las últimas semanas todos los medios de comunicación y, especialmente, los medios jurídicos hemos recogido un sinfín de noticias sobre despachos y abogados españoles que aparecían seleccionados en uno de los rankings abogados más importantes del mundo.

Aparentemente, estar en un ranking donde hay un criterio selectivo es una buena noticia para cualquier abogado. En principio, es el reconocimiento del trabajo bien hecho, del éxito y, principalmente, de una valoración positiva por parte de los clientes.

Teóricamente, un ranking se elabora a partir de las informaciones que la empresa que lo emite tiene capacidad de acceder y de los criterios que establece para definir quien se incluye y en qué posición.

Vinimos en una sociedad de rankings. Los rankings dan posición, prestigio, reconocimiento… siempre y cuando quien los emita lo haga con objetividad, trasparencia y criterios honestos.

Esta semana, leía en uno de los blogs americanos de marketing jurídico el siguiente post Those Stupid Superlative Lawyer Lists firmado por Ross Fishman, CEO de Fishman Marketing, una consultora americana de marketing para abogados.

El artículo es una crítica constante a los directorios de abogados, no en vano, como todo, hay que tomarlo con la cautela de que la crítica la hace un competidor a los directorios, pero al mismo tiempo ilustra lo que puede ser un directorio que transgrede la frontera de lo real, de los criterios de selección de abogados por sus méritos y se focaliza en la vanidad de los profesionales.

El post comienza con una cita real (según el autor) del propietario de una de los directorios: “Estoy vendiendo ego a los abogados, Ross. Voy a hacer una fortuna”. Ross Fishman aclara que calculço mal, que no hizo una fortuna, hizo diez.

¿Ustedes que opinan? Les invito a participar en el debate dejando sus comentarios.




Comentarios

  1. jose juan orbe

    Confieso que no le doy excesiva importancia al tema de los rankings de abogados (cierto que no aparezco en ninguno...). Sí me llama poderosamente la atención el comentario anterior de Amaia Uriz que, entiendo que desde el prisma del cliente, distingue entre la justicia y lo legal. Interesante, muy interesante. Apunta a una mirada más amplia e integrado del profesional, una mirada que, creo, demanda la sociedad. Y no sé que me da que ese tipo de abogados no están en los rankings de los "mejores"... o eso creo. salud !! jose orbe http://www.abogaciaartesana.com

  2. marco

    Estos listings se compran. Todos los que trabajaron en el ambiente internacional lo saben. Lo unicos reales son los que dan la medida le la facturacion annual. Por ejemplo ve http://www.ilsole24ore.com/pdf2010/SoleOnLine5/_Oggetti_Correlati/Documenti/Norme%20e%20Tributi/2010/10/Toplegal-100-2009.pdf?uuid=147b15a8-e109-11df-8948-6ed76695c844

  3. Amaia Uriz

    Añadiría un matiz para mí muy importante que queda al margen de la discusión sobre si es vanidad o reputación. Cuando un ciudadano tiene que acudir a un abogado, en un porcentaje muy alto, lo hace como cuando acude a un médico: no le queda más remedio. No le queda más remedio y si fuera por su voluntad, no iría. Un abogado, en mi experiencia, tiene un poder enorme sobre tu bienestar. Y un mal abogado puede ser muy perjudicial para tu salud. No solo la económica, aunque ésta se puede ver muy afectada. En definitiva: un ranking de buenos o malos abogados tiene, es cierto, un efecto marquetiniano. El problema es que el ciudadano que le toca una mala tarde de un afamado traumatólogo se queda cojo, y ser el % malo del ranking es muy injusto. Por cierto, lo que he aprendido con los abogados a los que no me ha quedado más remedio que acudir es que la justicia les importa un pito. Solo importa lo legal. Bueno, excepto en un caso. Pero era porque ese abogado seguramente encabezaría el ranking de los mejores. ;)

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