En un mundo tan hermético la innovación legal se está abriendo paso a velocidad de vértigo
La Real Academia Española define la palabra innovar como “Mudar o alterar algo, introduciendo novedades.” Esta definición presenta de manera concisa pero aséptica lo que significa dicha palabra. No explora las partes inherentes de ella como el conocimiento, la creatividad o su carácter transgresor.
Innovar es utilizar lo que ya conocemos para crear nuevos servicios o productos que rellenan un vacío incomodo en el mundo práctico. Innovar sugiere que lo conocido ha de cambiar para adaptarse a nuevas circunstancias. Por esto, la innovación asusta a un sector tan hermético a la hora de introducir novedades como es el sector legal.
En un mundo cada vez más enfocado a las nuevas tecnologías y donde las generaciones venideras se abren paso de manera voraz hacia el emprendimiento en casi todos los campos dicho sector sigue a la sombra. Que la gran mayoría de tiendas físicas hayan presentado sus escaparates de manera on-line, las universidades permitan a sus alumnos descargarse podcasts donde se debaten los temas tratados en clase o que el político de turno exprese sus opiniones a través de alguna red social son solo algunos ejemplos de cómo la tecnología ha transformado el mundo a pasos de gigante. Solo hace falta ver las páginas web de la gran mayoría de despachos de abogados, carentes de carisma y distantes del cliente.
Ya es un tópico dentro de los despachos la necesidad de innovación de su ámbito de gestión, pero no es solo aquí donde la gran mayoría de juristas dice que se ha de innovar, se ha de reformar la estructura de los clásicos despachos de abogados. Se recomienda escapar de los sistemas de partnership donde destaca cada uno de manera individualizada y adaptarse a un sistema común donde todos velan por el bien del grupo. Este modelo de negocio tradicional es muy difícil de cambiar, pero poco a poco se van viendo nuevos ejemplos aceptados por el mercado.
En otros países, particularmente en Estados Unidos, florecen desde hace tiempo estas nuevas formas de innovar en el sector jurídico. Ejemplos son el trabajo de Richard Granat y Oliver Goodenough, visionarios que han sido capaces de aplicar la tecnología al mundo legal. Ellos ofrecen software capaz de ejecutar trabajo jurídico más rápido, más barato y de mejor manera, ahorrando así horas provechosas dedicadas a tareas con más transcendencia
Sugiriendo una propuesta de innovación en dicho sector podría ser alguna manera de facilitar la compraventa de los derechos de propiedad intelectual de la música. Hoy en día todos utilizamos redes sociales como YouTube o Facebook donde se exhiben una cantidad brutal de videos. En estos se introduce muy a menudo música protegida por sus derechos de autor y por ello los videos son eliminados brevemente. Teniendo en cuenta que se suben de media unas 100 horas de videos al minuto es muy difícil retirar todos aquellos que incumplen las leyes de copyright y si hubiese una manera de monetizar esto a lo mejor se podría encontrar un bien común entre las dos partes. Crear una plataforma que permitiese comprar los derechos para utilizar una canción o se pusiese una tarifa fija por reproducción el artista o dueño de la obra se podría lucrar de ella y el creativo del video podría utilizarlo a libre disposición.
Escuchar lo que desea el cliente es una labor esencial en este nuevo mundo donde todos estamos conectados y recibimos un feedback constante de nuestra actividad. Por esto introducir formas de acercarse a los clientes y hacer el mundo legal un poco menos burocrático beneficiaría en gran medida el sector legal al completo.
Íñigo Apestegui Barderas, estudiante de la Universidad Pontificia de Comillas.