Si estás leyendo este artículo, seguro que el tema te interesa. Posiblemente cada vez lleguen a tus manos más documentos redactados en inglés.
El inglés jurídico está ya en todas partes. Los abogados españoles e hispanoamericanos nos estamos acostumbrando a encontrarnos contratos y otros muchos documentos en este idioma.
Además, para añadir mayor complejidad al asunto, el inglés que utilizan los abogados anglosajones en sus escritos tiene poco que ver con el que aprendimos en la escuela.
Todo un reto. En este artículo te damos algunas claves para mejorar tu comprensión de esta jerga.
Jerga jurídica o legalese
El inglés jurídico (Legal English) es el lenguaje empleado por los abogados anglosajones. Se trata de un «lenguaje de especialidad», es decir, un subconjunto del lenguaje utilizado por un determinado grupo de profesionales, en este caso, los juristas de los países de habla inglesa.
Algunos califican al inglés jurídico como una jerga incomprensible que solo los abogados entienden, por eso lo llaman despectivamente legalese.
Desde hace tiempo se intenta que esta jerga sea más accesible a los ciudadanos y que los abogados utilicen un lenguaje más comprensible (lo que se conoce como Plain English).
Por ahora, no se ha tenido mucho éxito. Por lo que conviene que aprendas todo lo que puedas sobre este lenguaje.
Como tal lenguaje de especialidad presenta ciertas características que lo hacen difícil y oscuro, incluso para quienes dominan el idioma.
Reconocer estas dificultades resulta fundamental para entender bien un documento jurídico redactado en inglés.
Vamos allá.
Principales dificultades del inglés jurídico
Estas son, a nuestro juicio, algunas de las principales dificultades de este lenguaje:
- Estilo de redacción.
- Empleo de palabras arcaicas.
- Uso de latinismos y palabras de origen francés.
- Abundancia de «falsos amigos».
- Expresiones típicas en forma de doblete o triplete.
Parecen muchas cosas, pero no te preocupes, iremos desarrollándolas en este artículo y en otro que aparecerá en breve.
Hoy te explicaremos las dos primeras y en unos días te hablaremos de las otras tres.
1. El estilo de redacción
La forma en la que los juristas anglosajones redactan sus textos y el estilo que emplean en ellos son bastante peculiares.
Las cláusulas de los contratos, por ejemplo, suelen contener frases muy largas, llenas de oraciones subordinadas y yuxtapuestas que hacen bastante difícil su lectura.
A veces nos encontramos con cláusulas de 15 líneas en una misma frase. Son tan largas que uno no sabe cuándo terminan. Desentrañar su significado requiere un gran esfuerzo de concentración. Aunque, como es lógico, existen algunos trucos que pueden ayudarnos.
Otras veces emplean fórmulas rituales como In witness whereof… que, aunque parezca lo contrario, no tienen ninguna relevancia jurídica. Lo malo es que, otras fórmulas, sí la tienen.
El empleo de letras mayúsculas en algunas palabras es otra característica de su particular estilo. Esta costumbre, sin embargo, no es un mero capricho, sino que responde a una finalidad muy concreta: la de identificar ciertos términos de especial relevancia en el contrato.
2. Empleo de palabras arcaicas
Los «arcaísmos», que es como denominamos a estas palabras y expresiones antiguas, son muy abundantes en los contratos anglosajones y en otros muchos documentos.
Se trata de palabras que ya nadie —salvo los juristas— utiliza en su día a día. Por esta razón, resulta muy difícil acertar con su verdadero significado. Los diccionarios no van a ayudarte mucho con ellas.
Algunos ejemplos típicos son palabras como hereby, thereto, whereas, o expresiones como master and servant y provided that…
No escucharás nunca a nadie que hable empleando estas expresiones, ni siquiera a los propios abogados. Sin embargo, perviven en el lenguaje escrito como fórmulas mágicas del inglés jurídico que nadie osa cambiar.
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Por hoy vamos a dejarlo aquí. No queremos extendernos demasiado. En unos días continuaremos desgranando el resto de las dificultades que enumeramos al principio.
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