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Tomarse en serio la educación en general, y la jurídica en particular, tener vocación por el conocimiento y por la enseñanza, ha terminado convirtiéndose en un problema personal para muchos de mi generación. Frustración, desgana, desengaño, ruina..., abandono. 

--“Vocación educativa y frustración”: el profe que busca como escapar de la Facultad de Derecho.

En una comida de trabajo, un viejo compañero y amigo compartía la, penosamente extendida, sensación de “la completa inutilidad de lo que hacemos”: ¡buscando como escapar de la Facultad de Derecho, peor todavía desde la LOGSE (con el hundimiento de estándares de preparación) y Bolonia (con la burocratización ridídula de la educación superior)!

Aquí esto suena a “exceso literario” a “broma o queja”. Hace unos días en el Reino Unido se publicaban las preocupantes cifras de abandono entre los profesores de secundaria: ¡lo dejan!, ¡a otra cosa! (claro, es otro mundo “laboral”). Colegios con problemas para cubrir plantillas, en Inglaterra y en Irlanda... Movilidad continua en las Facultades de Derecho británicas como nos contaban hace poco en estas páginas.

La conversación discurrió en esta ocasión hacia el negocio de la venta de títulos, la inflación de titulitis y, paralelamente, la devaluación de la formación. Este proceso social, que parece imparable y hasta “naturalmente asumido” en la sociedad española (occidental, en general -tema denso para profundizar-), tiene que hacer saltar las alarmas a los que se aproximan a la “educación superior” (jóvenes y “padres”): ¡cuidado! Si decides estudiar Derecho, ¿dónde?, ¿cómo?

La deriva en la charla fue sencilla. Salíamos de una agradable, intensa, sugerente, reunión sobre proyectos de innovación educativa; en la conversación todo terminaba en el mismo punto: “tiene que haber un título oficial, la gente compra el título, no la formación...” Lo certificaba, datos en mano, el “experto en vender” y lo asumíamos, resignados, los “expertos en enseñar”: ¡es lo que hay!

-- Enseñanza del Derecho: ¿inflación de títulos, devaluación extrema?

El hecho es que ya lo sabíamos. El hecho es que han proliferado empresas, algunas con pretensiones institucionales, cuyo negocio es, puro y duro, “vender títulos”, disimulando un poco, haciendo como que hay “formación seria y reglada” por detrás; y todo esto, desde hace tiempo. Por mi parte, nada que objetar a eso: hay un mercado, hay demanda y se genera la oferta. Todo dentro de la Ley, todo más o menos transparente. Stop.

Claro, el problema es la devaluación extrema de los títulos, de algunos títulos por lo menos. Y, por lo tanto, la necesidad, para cualquiera que se acerca a esto, de evaluar con extremo cuidado donde estudia y “cuanto va a valer su título” y, más importante, la “formación real que lleve aparejada” y, más todavía, las oportunidades reales que esa formación y ese título puedan franquear en términos de desarrollo personal y profesional. ¡Si no, para qué, para adornar el salón o para “hacer amigos” y salir los jueves!

La formación: ¿negocio de vender títulos de Graduado en Derecho y Máster? ¡Cuidado con lo que eliges!

Bien, dejemos claro el punto de partida, ¡eh! Reproche cero: por supuesto, la formación es un negocio como otro cualquiera. Alguien podría pensar que se trata de una “función social”, incluso de un derecho fundamental, pero, a determinadas edades ya la realidad nos ha desbordado. La poesía está muy bien, pero a estas alturas, insisto, la formación es un negocio, y solo se pone en duda “de quién” es el negocio: si de los que “defienden estatus” en torno a los poderes públicos (esto dará para mucho), o de operadores privados “a saco”. Esta aseveración puede ser polémica y matizable..., por supuesto; todos los vocacionales, como mi viejo colega, se tiran de los pelos cuando tras atrincherarse un rato en eso, “lo vocacional”, tienen que reconocer la evidencia fuera de su propia aproximación personal. ¿Saben Vds. quien ha desarrollado un imperio vendiendo libros de texto a sus hijos para el colegio, ya entradita la época de internet, el software libre y demás? ¡Quiero decir, trascendamos un poco a la visión poética del asunto, y entremos en harina!

La cuestión es: puesto que existe un negocio de venta de títulos, en nuestro caso de títulos de Graduado en Derecho o de Máster jurídicos varios (por ej., de Abogacía), es muy importante que los interesados y, también de paso, los padres de los interesados, estén muy atentos a la jugada. Y, corolario, viendo la jugada, deberán decidir si se suman a la corriente de “comprar título” o si el enfoque es “adquirir formación sólida para el desarrollo profesional”, que luego será certificada con un título “relevante”. Es gracioso que hablemos de títulos y de “títulos relevantes”; pero me recuerdo a mí mismo, en conversaciones variadas y en contextos distintos, pronunciando los nombres de distintas Facultades de Derecho que han conseguido asociarse a la idea de “título relevante” (distinto del “título de supermercado”).

-- Títulos de Graduado en Derecho y Máster, ¿a la venta? Tres casos.

Todo esto viene a que mi viejo colega y amigo me dejó con la boca abierta con la última maniobra comercial de un centro “vende títulos”. Insisto en que, por supuesto, completamente legítima. Se trataba de algo así (lo voy a distorsionar y caricaturizar, claro) como un diseño a la carta para un colectivo profesional, con un paquete de convalidaciones agresivo: en año y medio, y sin salir de tu despacho, “Graduado en Derecho”. Y barato. ¿Quién no compra?

Claro, mi viejo colega y viejo amigo, también asumía su parte de “mea culpa” institucional. “¡Oye, que en la pública no nos quedamos atrás, eh!”. Parece ser que ahora lo que “tira”, lo que “vende”, lo que “atrae alumnos” son los dos por uno (técnica de supermercado “de toda la vida”). Yo, ingenuo de mi, decía..., “pero hombre, esas dobles titulaciones son para tipos muy comprometidos, requieren un esfuerzo casi sobrehumano”... Y mi amigo sonreía, “¡otro primo!”, pensaba... “¡No hombre no!, eso fueron tiempos, ¡tu sigues enganchado a la nostalgia, eh!”. Y yo a cuadros: ¡no me pueden decir nada peor! Empachado de realidad “noxenta” hasta la intoxicación..., y ¡todavía lo que me queda! Mi amigo lo explicaba muy fácil; aquello de las dobles licenciaturas “de élite” sí, sigue existiendo; pero de lo que te hablo es de como te hacemos Graduado en Derecho y en Empresariales con un mix fluido de cruces y convalidaciones que, voila, cinco añitos y dos titulitos. ¡Que autocríticos los servidores públicos (mi amigo lo es)!

Pero ya puestos a hurgar en la herida (y sin vino, porque el estómago lo tenemos fatal ya, de tanta intoxicación intelectual y solo “plancha” se puede tomar), yo también tenía mi propia mochila de aventuras. En efecto, yo también había vivido en primera persona el descarnado negocio de la venta de títulos; en mi caso se trataba de un Master jurídico muy especializado. Trabajo con pretensiones vanguardistas en el diseño del modelo, tratando de innovar, aportar, enriquecer...; aval ANECA con el respaldo de pesos pesados en la comunidad universitaria, con “montones de sexenios”, que dicen ellos...; materiales exigentes y profesorado “de perfil alto”. ¡No duramos un año! Cerramos curso, por supuesto, por compromiso. ¡No dábamos el perfil! Por supuesto, el diseño molaba; por supuesto, la memoria oficial aprobada por ANECA era lo que se quería; luego..., luego..., luego mejor un “perfil bajo” (“precario” es la palabra); luego, hay que cuadrar la cuenta de resultados... y ponerse exigentes “no vende”... La gente (clientela de habla hispana, en general, y no digo más) compra título oficial, que es lo que necesita...

La gente se escandaliza con operaciones de “planificación fiscal” que “eluden” normas para pagar menos impuestos. ¿Por qué nadie se escandaliza cuando el “business” es vender Master de Acceso a la Abogacía a italianos, que eluden así las normas más rígidas de su país, en el que quieren ejercer, por cierto?

Cuando lo importante es el título, porque así lo demanda el mercado y así lo demanda la sociedad, solo el título en primer lugar, y solo muy en segundo lugar la formación y la capacidad demostrada y evaluada..., ¡deterioro social en marcha! ¡Decadencia!

 




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