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Septiembre, en concreto el 11, impacta en el corazón y en la razón de todos los demócratas, por el aniversario del golpe de Estado que ahogó a sangre y fuego, al gobierno de la Unidad Popular (UP) de Salvador Allende y al sistema democrático de Chile. La llamada “vía chilena al socialismo”, demostró que el camino hacia el socialismo era posible a través de las urnas y con respeto al marco constitucional. Pero también puso de manifiesto que algunos poderes, tanto internos como externos, no estaban dispuestos a permitir ese experimento. Lo que vino después es bien sabido, una dictadura cruel que asesinó, encarceló y torturó a miles de ciudadanos, y un economía nacional puesta a disposición de los llamados "Chicago Boys", una cuadrilla de economistas chilenos  formados con Milton Friedman, que aplicaron, sin piedad e ignorando cualquier atisbo de equidad social, aquel lema del famoso Nobel de Economía: "El mercado siempre acierta".

 Pero este aniversario no solo es una ocasión para recordar a las victimas y reiterar el eterno desprecio por los verdugos. La experiencia chilena también nos dió, en mi opinión, lecciones históricas de plena vigencia hoy en día. Se demostró que la izquierda alternativa podía llegar y mantenerse en el poder en el marco del libre pluralismo de partidos, superando la falacia de contraponer las llamadas democracias burguesa y real: solo hay una democracia, la que surge de las urnas y mantiene la división de poderes. Entre otros ejemplos, les puedo dar el de la reivindicación histórica en Chile para nacionalizar la minería del cobre, ejecutada en 1971, a través de una reforma constitucional cuya tramitación parlamentaria fue ratificada por el Congreso por unanimidad de todos los partidos bajo la batuta de la Contraloría General de la República y la Corte Suprema. El abrupto final del gobierno de la UP no desmiente la bondad de esta vía, simplemente confirma que la democracia debe defenderse. El proceso chileno llevó a Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista Italiano, a la apuesta por el Compromesso Storico (profundizar la relación entre el PCI y la Democracia Cristiana para consolidad un “reformismo fuerte” frente a los fascistas), y fue el caldo de cultivo para el eurocomunismo.

 La otra lección es la necesidad de estar alerta frente a los enemigos de la democracia, que en el caso de Chile fueron los internos (las oligarquías económicas y los militares golpistas) y los externos (la ITT, y el gobierno de EEUU de la época), que financiaron de forma descarada toda clase de tropelias para evitar el triunfo electoral de Allende, y una vez producido este, conspiraron para su sangriento derrocamiento. Añadan ustedes a este elenco de facinerosos, en cualquier país, a los terroristas y a los que se ponen la Constitución por montera.  

Hay algunos que siguen idolatrando a un criminal de la calaña de Kissinger, principal instigador del golpe en Chile. Yo me quedo con Allende, un hombre asediado en el Palacio de la Moneda, y que momentos antes de morir, mantenía la esperanza de unas grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.




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