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La alexitimia, tal y como exponen los peritos en la AP Vizcaya, Sección 2, nº 17/2013, de 20/02/2013, Rec. 78/2012 es como denominan al analfabetismo emocional, esto es, las emociones no tienen significado, los alexitímicos no entienden ni saben expresar las emociones. La AP La Rioja, Sección 1, nº 104/2013, de 17/10/2013, Rec. 2/2011 por su parte establece que consiste en una dificultad para identificar o experimentar emociones, lo que provoca inseguridad y arrepentimiento sobre sus propios actos.

O más aún, el TSJ Madrid, Sala de lo Social, nº 599/2006, de 11/09/2006, Rec. 1743/2006, tomado el término en sentido amplio y no estrictamente patológico, define la alexitimia como la falta de empatía, de los desórdenes del deseo sexual en cualquiera de sus modalidades, de la tacañería, de la tendencia a imponer a los demás las propias convicciones o convenciones, y de mil y un defectos más de la persona que pueden, no sólo arruinar la vida familiar, de pareja- y profesional– , sino también causar a las personas del entorno íntimo del sujeto daños emocionales de no poca entidad….

Concepto de alexitimia

Introduzco el concepto de la alexitimia para llevar al extremo las cuestiones relativas a la gestión de las emociones, pues es algo vital para un abogado y no debemos confundir el padecer este trastorno desadaptativo psicológico con nuestra falta de inteligencia emocional en ciertos momentos de nuestra vida. Es necesario recalcar que el alexitímico no tiene la menor idea de lo que siente y por tanto se encuentra desorientado con respecto a los sentimientos de quienes le rodean. Vuelvo a hacer especial hincapié en esto último puesto que, como es habitual cuando conocemos algo nuevo, solemos encajarlo allí donde podemos y muchos de nosotros, una vez conocida la alexitimia tendemos a ver sus características en todo:

-Menudo alexitímico es el abogado con el que me tocó lidiar en este asunto, ¡es un incompetente!, no entiende que como no lleguemos a un acuerdo antes del lunes vamos a perder los dos.

Otros verán la alexitimia en sus propios compañeros de despacho cuando viven a la sombra de otra persona que toma las decisiones en el mismo:

-El socio fundador del despacho en el que trabajo es un déspota y un alexitímico, nos asfixia con papeleos sin sentido y encima todo se lo tenemos que hacer nosotros, no entiende que estamos hasta arriba de trabajo.

Pero lo peor que nos puede ocurrir, sin embargo, es que un cliente se percate de nuestra ignorancia absoluta con respecto al mundo de los sentimientos, pues a dicho abogado le lloverán como puñales frases del tipo:

-Ese abogado no tiene ni idea de lo que significa que no te dejen ver a tu hijo más de cuatro horas a la semana.

-No te recomiendo para nada a los abogados del Despacho “Extra suave”, son tan blanditos que se derrumbaron en los interrogatorios, creyéndose las mentiras de los testigos.

Gestión de las emociones

La conciencia de uno mismo es la facultad sobre la que se erige la empatía, puesto que, cuanto más abiertos nos hallemos a nuestras propias emociones, mayor será nuestra destreza en la comprensión de los sentimientos de los demás. Un abogado en el ejercicio de su actividad, está en permanente contacto con otros abogados, jueces y sobre todo con los clientes en los que confluyen todo tipo de emociones. Las claves siempre se encuentran en la potenciación de los siguientes puntos:

El conocimiento de las propias emociones: es vital y muy difícil saber reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece. Los abogados que conocen sus emociones suelen dirigir mejor a sus clientes y su vida en general ya que tienen un conocimiento seguro y en todo detalle de cuáles son sus sentimientos reales.

La capacidad para controlar las emociones: el abogado que se conoce a sí mismo controlará sus sentimientos para adecuarlos al momento. Evitará así sobrecogerse por el dolor o sufrimiento del otro, comenzando a sentir lo mismo y viéndose incapaz de despegarse de esas emociones, algo muy propio del contagio emocional. Carecer de esta habilidad origina constantes batallas internas debido a tensiones desagradables o incluso ante la pérdida de un pleito, puesto que un abogado que sea capaz de adecuar sus sentimientos al momento pertinente sabrá recuperarse mucho más rápidamente y mejor de los reveses y contratiempos de la profesión.

La capacidad para motivarse uno mismo: el autocontrol emocional consistente en postergar la gratificación y sofocar la impulsividad conducirá al abogado a un estado que le capacitará para lograr resultados sobresalientes en su profesión. Los abogados que tienen esta habilidad suelen ser más productivos y eficaces.

El reconocimiento de las emociones ajenas: la empatía, como ya comentamos con anterioridad, constituye la habilidad popular fundamental. Ser un abogado empático significa sintonizar con las señales sociales sutiles que indican qué necesitan o qué quieren los clientes. Algo distinto es la simpatía que significa entrar en sintonía emocional con otra persona y puede terminar por proyectar en el otro, sentimientos y emociones tuyas, que nada tienen que ver con la vivencia personal de la situación.

El control de las relaciones: implica la habilidad para relacionarnos adecuadamente con las emociones ajenas, de tal forma que un abogado que sea hábil en ello será una auténtica estrella, ganará popularidad y sobre todo eficacia interpersonal.

 




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