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Fui al Juzgado pronto y ocurrió lo que me temía: Huelga de funcionarios y suspensión de todos los juicios de la jornada. Así que activé el plan “B” que ya tenía preconcebido y que consistía en ir a la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia a devolver unos Autos y presentar, física y presencialmente, un recurso. Presencialmente si, porque en la Sala aún funciona todo en papel, como en los tiempos del vuelva Vd. mañana.

Debo confesar que me embargaba una cierta emoción. Hacía años que no iba a “que me pusieran el sello” y eso, pues tiene la cosa aquella de ¿ Y si no quieren ponermelo?.. ¿Y si me dicen lo de que faltan no se cuántas copias?… ¿Y si?….. Cruzo toda la ciudad y por fin me veo ante el imponente edificio de la sede del Tribunal Superior. Esta vez consigo llegar a la Sala de lo Social sin perderme y llega el momento mágico: La funcionaria que me atiende, no me decepciona. Me pone el sello sin problemas y además lo hace con una pulcritud espectacular, recreándose al presionar el sello sobre el papel para que quede perfectamente puesto y definido. Y lo consigue para matricula de honor.

Feliz ya con mi sello puesto, consulto la App de los transportes municipales para que me recomiende la mejor combinación para llegar al despacho. Me indica que debo coger el V15 que tiene una parada allí mismo. Justo enfrente de una escuela pública. Coincide que los niños están en el recreo o como se llame ahora. Y de pronto escucho varias angelicales voces cantando aquello de “… El cocherito leré, me dijo anoche, leré…”, a la vez que saltaban a la comba. Insólito. En la era de la IA, la tecnología 5G, el Big Data y los sofisticados teléfonos móviles, nuestros menores aún saltan a la comba y cantan el cocherito leré. No pude reprimir pensar que la humanidad aún tiene esperanza… Esto sí, siempre que consigamos de una vez erradicar la cosa esta del sello.




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