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Laura Zornoza

Bruselas, 20 sep (EFE).- En 1987, once países recibieron desde Bruselas un presupuesto de 85 millones de ECU -la divisa previa al euro- para poner en marcha la semilla de un programa de movilidad para universitarios bautizado como Erasmus. En su difícil concepción participaron, entre muchos otros, dos británicos, un irlandés, un francés y un español que vieron el potencial de una idea en la que han acabado participando trece millones de europeos.

"Nadie pudo predecir el tsunami", resumió este martes el vicepresidente de la Comisión para la Promoción del Estilo de Vida Europeo, Margaritis Schinas, durante una de las "fiestas de cumpleaños" de este programa educativo, en concreto la número 35, que se ha convertido en un símbolo de la Unión Europea a la altura del euro o la zona Schengen.

Hoy, el renombrado como Erasmus Plus ha triplicado el número de países participantes y logrado un presupuesto de 26 millones de euros, además de extender su alcance más allá de la experiencia universitaria para llegar a la formación profesional y vocacional u otras fases del aprendizaje y la enseñanza formal.

Uno de los muchos eventos por su 35 aniversario reunió en Bruselas este martes a algunos de los "padres fundadores del programa", a actuales miembros de la Comisión Europea y a una treintena de sus 13 millones de participantes para rendir homenaje a quienes plantaron la primera semilla, escuchar las experiencias de sus mejores embajadores -los estudiantes-, y repensar cómo hacerlo más accesible para las próximas generaciones.

En 1987, el británico David O'Sullivan trabajaba en el gabinete del entonces comisario europeo de Educación, el irlandés Peter Sutherland, cuando la idea de Erasmus empezó a gestarse.

O'Sullivan, que aseguró hoy que su papel en el proyecto fue modesto, recordó ante la conferencia el papel que jugaron tanto el comisario Sutherland como el español Manuel Marín, entonces vicepresidente de la Comisión, y su presidente, Jacques Delors.

Y fue un galés, Hywel Ceri Jones -el director del primer departamento para Educación que tuvo la Comisión Europea-, el que "persuadió a todos ellos de que el proyecto tenía la posibilidad de tener un tremendo impacto en la integración europea", dijo O'Sullivan. "Y el tiempo le ha dado toda la razón".

Todo esto, recordó, pese a la oposición inicial de algunos ministros de Educación europeos, que rechazaban la intervención europea en una política educativa que corresponde determinar a los Gobiernos nacionales. El caso llegó incluso al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, donde los magistrados dieron la razón a la Comisión para poner en marcha el programa Erasmus.

Atentos en la audiencia han escuchado esta historia estudiantes como la griega Eleni, a quien su estancia en Suiza le dio la "confianza para seguir estudiando fuera", o la española Nahia, cuya breve estancia en Lübeck (Alemania) este año fue "una de las experiencias más intensas y enriquecedoras" gracias a la asociación Erasmus Plus de su instituto en Bilbao.

El futuro parece brillar para el programa Erasmus, una de las joyas de la corona del proyecto europeo que muy pocos se atreven a cuestionar, ni siquiera en materia presupuestaria.

Aún así, persiste el reto de que esta experiencia sea más accesible a estudiantes de todas las procedencias geográficas, nivel de estudios u origen socioeconómico, así como a las personas con discapacidad.

Muchos de los estudiantes en la conferencia plantearon a los comisarios la necesidad de un Erasmus más inclusivo, "que todo el mundo sepa que es posible", especialmente las personas con discapacidad, y con más apoyo a las personas que trabajan como coordinadores en las instituciones educativas, la columna vertebral del programa, que muchas veces se encuentran haciendo estas gestiones en su tiempo libre por falta de tiempo y recursos.

"Espero y haré todo lo que esté en mi mano para que el Erasmus no sea una opción, sino un derecho fundamental para todo joven europeo", subrayó Schinas, quien también advirtió de que, en un momento en el que el proyecto europeo "es atacado e insultado", Europa necesita a su generación Erasmus "más que nunca". 




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