Marta Montojo Dubái, 10 dic (EFE).- El mecanismo de ajuste en frontera por carbono (CBAM) se ha convertido en “la comidilla” de la COP28, muy criticada por organismos como la ONU o la OMC y por países como China; pero los negociadores europeos han salido en defensa del arancel con firmeza: “quien intente destruirlo, destruirá mucho más que el CBAM”.
El bloque de la UE, muy reticente a abordar la controversia en torno a la medida al principio de la cumbre del clima, ha elevado el tono en estos últimos días, respondiendo agresivamente ante las críticas al insistir en que no se trata de una política “en absoluto” proteccionista y asegurando que busca “equilibrar el terreno de juego”.
Esta suerte de impuesto climático, recién entrado en vigor en la UE, se aplicará a partir de enero de 2026, pero ya está en fase piloto que afecta tan sólo a sectores con una alta huella de carbono, como el acero, el cemento, los fertilizantes, el aluminio, el hidrógeno o la electricidad.
China, Arabia Saudí y Rusia son algunos de los Estados que elevaron sus preocupaciones a la OMC.
Rusia, por ejemplo, señaló no entender “por qué los exportadores de terceros países deben asumir los costes del cumplimiento de la legislación medioambiental nacional por parte de la industria de la UE”.
"No hablamos de eso"
Preguntados por la prensa sobre cómo estaba afectando esta controversia a las discusiones climáticas de Dubái, los negociadores europeos se mostraron inicialmente esquivos.
"Estamos en el terreno de la negociación y aquí no se habla de las políticas de cada parte", zanjó el asesor de clima de la UE, Jacob Werksman.
El también jefe de la delegación de la UE en la COP28 negó que el CBAM estuviera socavando las negociaciones y aseguró que, en todo caso, se ha visto "un creciente deseo de las partes de mantener una conversación sobre lo que se denominan medidas comerciales unilaterales".
"No esperamos que las conversaciones descarrilen, sobre todo porque no creo que ningún país quiera que esto sea un foro de discusión sobre las políticas particulares de ninguna parte", adujo Werksman.
De seguir por ese camino, los países se enzarzarían en discusiones sobre las decisiones comerciales de cada uno, y “ya existe otro espacio para eso”, adujo en referencia a la OMC.
Sin embargo, las críticas al CBAM no se han ido a ninguna parte: en una entrevista con EFE, Rebeca Grynspan, secretaria general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, calificó la medida como “arbitraria” y “poco solidaria” y dijo que abriría la puerta a que "las salvaguardas ambientales se conviertan en un nuevo proteccionismo".
"En absoluto proteccionista"
La política se ha convertido en "la comidilla" de la COP28, reconoció a EFE el eurodiputado socialista Mohammed Chahim, ponente de la legislación en la Eurocámara, que insistió en defender este mecanismo como, ante todo, una "política climática" y “en absoluto proteccionista”.
"Al fin y al cabo, cuando uno se toma en serio el cambio climático y quiere mantener el objetivo del grado y medio a su alcance, debe ir más allá de las emisiones de producción en su propio país... Lo que hacemos es responsabilizarnos también de las emisiones basadas en el consumo, es decir, de los productos fabricados fuera de la UE para el mercado europeo”, recalcó el político holandés.
En su trámite legislativo, la medida fue adoptada con una mayoría, también con el apoyo de eurodiputados conservadores como el popular Peter Liese.
Éste, de hecho, llegó a la COP28 bloqueando los ataques a esta política estrella, bajo la severa advertencia de que quien hubiera venido a Dubái con la intención de destruirla, “destruirá mucho más que el CBAM”.
El comisario europeo de acción climática, Wopke Hoekstra, argumentó además que la recaudación del CBAM irá en su mayor parte destinada a financiación climática de la UE.
Sin embargo, es difícil saber con certeza cuánto y de qué manera, pues eso dependerá en su momento de la negociación del presupuesto en la Comisión.
“Los ingresos de CBAM se reflejarán en la línea presupuestaria para la financiación internacional del clima”, adujo Chahim, quien matizó que una parte irá a parar a los Estados miembros: ellos decidirán en qué lo emplean, pero “habrá que instarlos” a que lo usen para la acción climática.
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