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Vivimos tiempos de cambio vertiginoso en la empresa y en la Administración Pública, condicionados los pasos y los ritmos por la implantación de una incontenible y verdadera cultura digital. Hace apenas tres años, ni siquiera el 20% de los ejecutivos de compañías privadas en España lideraba este proceso de transformación. Hoy ese porcentaje escala hasta el 55%, según revela un reciente informe sobre el nivel digital directivo, elaborado por EADA Business School. La alta dirección ya aprueba con nota en el desempeño de las habilidades principales y distintas requeridas para esta nueva era, aunque sigue adoleciendo de falta de creatividad y espíritu de innovación.

Es especialmente llamativa la situación en nuestro sector, el de la Abogacía, donde sólo uno de cada tres letrados está implementando medidas en este campo, aunque el 80% está concienciado y asegura que es una necesidad. Son de nuevo conclusiones frescas del II Estudio de Innovación en el Sector Jurídico a cuya presentación asistí, como diputada de Asuntos Digitales del ICAM, en la sede de Lefevbre-El Derecho hace apenas unos días.

En efecto, hay una brecha muy grande aún entre “los que creen que hay que hacer algo y los que lo están haciendo”. ¿Por qué? A veces el problema es el elevado coste de los programas; en otras, la inexistencia de un plan viable; sin duda, con excesiva frecuencia, la carencia de habilidades y/o actitud para manejar unas herramientas cada vez más intuitivas. Lo cierto es que los abogados no podemos permanecer ajenos a las tendencias del mercado, a la globalización, al perfil de los nuevos clientes, a la presencia de nuevos competidores…

Desde el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, la actual Junta de Gobierno tiene bien presente y muy claro que nuestro rol profesional está mutando, virando: más allá de ser proveedores de servicios legales, vamos camino de ser socios estratégicos o tácticos de nuestros clientes, en función de la naturaleza y la duración de nuestros compromisos; y eso está condicionando la forma en la que trabajamos para ser útiles a nuestros compañeros y compañeras.

La Abogacía no puede ponerse de perfil en una sociedad y en un mundo en el que las firmas que no se saben adaptar a la revolución digital están siendo penalizadas; en el que el salto no pasa sencillamente por tomar la experiencia offline, copiarla y pegarla en un entorno online; en el que, más allá de los condicionantes puramente económicos y financieros, el propio ciudadano está girando en su forma de vida: lo está haciendo su conectividad, sus relaciones interpersonales, su educación, su forma de consumir ocio, adquiriendo bienes como moda y complementos o contratando la prestación de servicios como los turísticos.

Próximamente, en el mayor colegio profesional de Europa, vera la luz ‘Abogacía 4.0: el Foro Tecnológico del ICAM”. Pretendemos poner el foco en un área decisiva para ayudar a los colegiados y colegiadas que, en plena travesía, empiezan a entender que el cambio digital es una oportunidad de disrupción; que sus ventajas son abrumadoramente superiores a sus riesgos; que, más allá del ruido o las tensiones que en ocasiones genera en el seno de algunas organizaciones, es un tren que no podemos permitirnos el lujo de perder. Estamos en marcha.




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