En este post trato de describir la problemática e importancia de nuestro Legado Digital.
En la segunda parte os propondré cómo hacerlo o resolverlo hoy de forma simple y segura.
Empiezo con dos historias muy cortas:
Bruce Willis contra Apple
Para empezar, la (teórica) polémica que enfrentaba al actor Bruce Willis con Apple por culpa de Itunes, el servicio de música en streaming de Apple. Bruce Willis se habría gastado una pasta en pagar las canciones de su biblioteca musical y pretendía (razonablemente) que sus hijas la heredaran. Apple, amparada en los términos y condiciones de su servicio, alegaba que un usuario de ITunes únicamente adquiere el derecho de disfrutar las canciones durante su vida. Muerto el titular, desaparece el derecho.
Bueno, se trata de una noticia falsa, pero me venía estupenda para hablar de lo que tengo que hablar.
Los secretos del fallecido
Otra mini-historia: Nate Fisher, el protagonista de la mítica serie “Dos Metros bajo tierra”, se ve obligado a hacerse cargo del negocio de su fallecido padre, una funeraria. Detecta servicios que nunca fueron cobrados, y al investigarlos, descubre varios secretos de su padre: dichos servicios los cobraba de maneras peculiares y absolutamente desconocidas para el resto de su familia: entre otros, un suministro de marihuana a capricho, el uso de un sórdido apartamento de ignota finalidad...
Lo cierto es que hoy en día Nate Fisher lo habría tenido difícil para estudiar la contabilidad de su padre, si no hubiera tenido acceso a la contraseña de su ordenador.
Mi “Legado Digital”
¿Qué pasará con mis fotos, posts, música y demás contenidos digitales cuando me muera?. Quizá me interese que alguien los reciba... (o varios alguienes: estas cosas se pueden copiar a voluntad)
Qué pasará con mi perfil, mis comentarios, mi histórico de búsquedas, mis calificaciones, trolleos, tweets, cuando me muera?.
¿Me despellejarán por mis primeros tuits como le pasa a Pedro Sánchez? Quizá esté interesado, como él, en que mis problemas con el GPS sean borrados para siempre...
Pero no soy Bruce Willis, ni Annie Leibovitz...
No todos tenemos contenidos digitales con un evidente valor económico que merezca su regulación en testamento.
Quien sea, por ejemplo, fotógrafo profesional, periodista (o youtuber) sí necesita regular su Legado Digital en su testamento: no solo quién debe heredar los derechos de propiedad intelectual sobre su obra fotográfica, sino también los mecanismos para que ese heredero sea capaz de recuperar y gestionar la parte de su obra que esté disponible online (por ejemplo: el mantenimiento del dominio web, servicio de hosting, y en particular el posible interés en que se retiren de internet ciertas obras o bien, por el contrario, en el volcado masivo de su obra para que quede a disposición libre del público).
Tampoco soy el padre de Nate Fisher
Está bien, no soy Annie Leibovitz. No soy Bruce Willis. Mi Legado Digital no es un invaluable tesoro digital que transmitir a mi hija. Pero ¡demonios!, tengo replicadas en la nube todas las fotos y vídeos que le he sacado desde que nació. Y las de las vacaciones. Y las demás. Como tú.
Las respaldé en la nube, como aconsejaban, y no me gustaría que se quedaran allí, hasta que alguien decida borrarlas. O emplearlas para cualesquiera fines que consentí en las condiciones del servicio que acepté sin leer. Como tú.
No soy el padre de Nate. No tengo oscuros secretos que esconder, ni necesito que nadie borre urgentemente mi cuenta en Ashleymadison.com mientras mi cadáver aún se encuentre caliente. Pero ¡demonios! Quiero poder decidir (o designar a alguien que decida por mí) qué pasa con todos los contenidos que he ido (y seguiré) diseminando en internet.
Esos contenidos son nuestra vida, nuestra huella digital. Y a nuestra muerte, será nuestro Legado Digital.
Nuestra huella digital: Es valiosa.
Casi todos tenemos una “huella digital” (la denominación es de Borja @Adsuara). Y su importancia crece cada día.
Esa importancia no es evidente, porque nosotros no podemos medirla en euros. Pero otros sí que pueden y lo hacen. Las principales redes sociales nos venden a diario y cobran su buen dinero por esos servicios aparentemente gratuitos que disfrutamos.
Además, cada día dejamos una estela de comentarios, fotos, mensajes.... Datos y acciones que quedan registradas. Todo queda registrado.
El acceso a esos registros constituye una poderosa herramienta de control.
Nuestra huella digital importa
Nuestra huella digital puede o no ser valiosa, pero desde luego, es importante.
Quizá no se pueda transmitir como si fuera una casa o un cuadro. Quizá baste con dejar las cosas arregladas de forma que la persona de nuestra elección “reciba el testigo” y pueda hacer lo que sea necesario con ella.
Porque casi nunca es el valor o la importancia de nuestro patrimonio la que nos paraliza a la hora de hacer testamento. Es la pereza ante la idea de la muerte, y el desconocimiento del complejo derecho de sucesiones. Si añadimos a la ecuación la “dificultad tecnológica”, la parálisis está servida.
Porque si me molesto (y lo hago, créanme) en tomar unas mínimas precauciones para proteger mi privacidad online en vida, no hay razón para hacer lo mismo tras mi muerte.
Esa es mi opinión: todos tenemos un interés claro, y deberíamos tener la curiosidad de aprender cómo podemos transmitir estos activos a nuestros herederos, y más importante: cuando la transmisión no sea posible como tal, cómo facilitarles el acceso a los mismos. Sin pasar con terceros.
No se trata sólo de lo que yo quiera
Por supuesto que la transmisión y el acceso dependerá en buena medida (i) de las normas legales aplicables a cada activo y (ii) de los términos y condiciones de cada servicio. Pero esta no es una razón para no reflejar nuestra voluntad concreta. Al contrario, por ello es doblemente importante manifestarla en términos inequívocos.
¿Por qué? Porque en defecto de dicha voluntad claramente formalizada, quedaremos únicamente a expensas de las opciones o “propuestas” que cada servicio nos ofrezca.
El riesgo de conformarse con “la opción por defecto”
No soy muy optimista sobre esas soluciones: siempre serán las más favorables a los intereses de dicho servicio, no a los nuestros.
Como muestra un botón: la cacareada posibilidad ofrecida recientemente por Facebook para convertir nuestro perfil, una vez fallecidos, en una “cuenta conmemorativa”, una especie de memorial póstumo.
No voy a plantearme si conviene o no que alguien deba ser recordado por lo que ha hecho y dicho de verdad, o por lo que dice que ha hecho o dicho en Facebook.
Más allá de eso, la idea de la "cuenta memorial" parece la solución más fácil que tiene Facebook para afrontar una cruda realidad: con el tiempo un porcentaje cada vez más importante de sus perfiles pertenecerá a personas fallecidas.
Atentos a sus pantallas, me atrevo a predecir que pronto los términos y condiciones de Facebook incluirán una autorización preventiva preactivada por defecto para posibilitar ese “panteón virtual multitudinario”. Y cuento con que Maese Jorge Morell nos avisará en su web cuando suceda.
Conclusión
En mi opinión, este asunto (i) nos interesa a todos, (ii) nos interesará más a medida que sintamos en nuestras carnes las consecuencias de no proteger o cuidar estos aspectos y además (iii) no es tan difícil de resolver.
De hecho, hoy tenemos una herramienta que permite despachar nuestro Legado Digital de un plumazo.
Sin esperar a reformas ni adaptaciones legales a las nuevas tecnologías.
Pero de esto les hablaré en el próximo post.