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  • El Tribunal le considera culpable de tentativa de asesinato y de acoso. Le impone la pena máxima al apreciar la agravante de discriminación por género
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La Sección Primera de la Audiencia Provincial de Valencia ha condenado a 13 años de prisión a un hombre que dejó en estado de coma a su expareja después de intentar matarla a golpes. La Sala le impone una pena de 12 años de prisión por un delito de tentativa de asesinato y de 1 años de prisión por uno de acoso.

El Tribunal aprecia la circunstancia agravante de discriminación por género para el delito de asesinato y considera que el condenado no aceptó la decisión de la víctima “de poner fin a su relación y ello fue lo que le llevó a perpetrar la acción, al no consentir que, como mujer, llevara una vida independiente”.

El agresor deberá indemnizar a la mujer, que quedó incapacitada permanente para cualquier tipo de trabajo, con 740.000 euros por los días de hospitalización y las secuelas de la agresión. Además le abonará los gastos necesarios, hasta 100.000 euros, para adecuar la casa a las nuevas circunstancias personales de la víctima. El fallo también contempla indemnizaciones para los familiares de la mujer por la atención continuada que necesita y por los daños morales.

La paliza se produjo en septiembre de 2015 en el domicilio de la víctima en Manises cuando, tras una discusión, el condenado golpeó a su expareja en la cara, la cogió del cuello y la lanzó contra la pared. La mujer cayó al suelo y el hombre la golpeó contra el travesaño de una silla del comedor, lo que la dejó inconsciente y malherida.

La joven, que ingresó en el Hospital La Fe en estado de coma y pasó más de un año en diferentes centros sanitarios, sufre secuelas permanentes que la incapacitan para trabajar y la hacen depender de segundas personas.

Dos meses antes de la paliza, la mujer decidió dejar la relación, que había durado medio año, tras una discusión en la que él le escupió. Como explica la Sala en el relato de hechos, él acusado no aceptó la ruptura y comenzó a controlar los movimientos de su expareja en casa, cuando bajaba a pasear al perro o en otros lugares a los que acudía.

También llamó al trabajo de la víctima y se hizo pasar por agente de la Guardia Civil para conseguir datos relacionados con ella que, según relata la sentencia, siempre se negó a denunciar el acoso por el miedo que le tenía.

 



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