Esta práctica se conoce por “spoofing”, aunque como bien sabemos es el clásico delito de robar o conseguir con prácticas intrusivas las contraseñas y cuentas de usuario de la víctima (cuentas bancarias, Facebook, correo electrónico, cuentas del trabajo y demás redes sociales y plataformas de comunicación). (spoofing suplantación de identidad)

Una vez se tiene este enorme poder, el de actuar como si se fuera el propietario de estas cuentas, se realizan acciones que pueden llevar desde movimientos bancarios no autorizados hasta el envío de emails falsos y que perjudiquen a la víctima misma o terceros. Peligrosísimo.

Esta intrusión se consigue utilizando programas y software complejos, aunque en muchos casos la falta de cuidado y protección de la víctima lo ponen demasiado fácil, es decir, que en la mayoría de casos y víctimas basta con hacerles pensar que están en una página web parecida a la que acostumbran a entrar, por ejemplo Facebook, y que les pida que repitan sus nombres de usuario y contraseña, y tan fácil los ponen y envían han abierto la puerta a su agresor.

Todavía es casi imposible detectar al Autor del delito, pues debido a su alto conocimiento en los sistemas que utiliza, su alta formación en informática e Internet, le permite realizar las acciones posteriores desde otros ordenadores o dispositivos secuestrados, entrando en ellos a través de servidores y redes de telecomunicaciones ubicadas en otros países. Con la cadena de saltos entre dispositivos (diferentes IP), servidores (diferentes DNS) y países se dificulta la investigación, llegando a ser casi imposible localizar al Autor.

Desde mi punto de vista, en muchos casos en los que se ha encontrado el Autor, no ha sido por la comisión del delito investigado, sino porque esta persona ha reincidido siguiendo unos patrones parecidos, o ha vacilado de su conocimiento y dominio llegando a bajar la atención en sus formas y seguridad.