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Un nuevo gobierno siempre genera expectativas y esperanzas de que temas que no se han resuelto puedan salir adelante. En pocas semanas, hemos visto cómo se constituían nuevos gobiernos tanto en Cataluña como España y, por lo tanto, creo que es bueno recordar algunos de los temas que habitualmente reivindico en relación a la economía de empresa.

Podría resumir las innumerables demandas en cinco puntos que creo que son bastante trascendentes en relación a los temas con los que me siento más implicado:

  1. Nuestro tejido empresarial es un tejido de pymes y de microempresas. Ya sé que estaría bien tener más empresas grandes, pero nuestra realidad es la que es. Hay que profundizar en políticas que piensen en este colectivo porque, de forma agregada, es el que genera más ocupación y quien da estabilidad al territorio. En un momento de concentración y de globalización, dar estabilidad territorial es muy importante.
  2. En relación a los autónomos, plantear la incorporación del régimen especial de cotización al régimen general como una especificidad. Tal como se ha hecho con otros regímenes, esta integración supondría acabar con las discriminaciones entre los afiliados a uno o a otro régimen y, no menos importante, acabar también con la mayoría de conflictos generados por la figura del falso autónomo. Si todos estamos en el mismo régimen este tema desaparece de base.
  3. Mejorar la fiscalidad, no tanto por una cuestión de tipos sino para poner sentido común y adaptarla a la nueva realidad de los nuevos paradigmas económicos. Hay que simplificar procedimientos, hacer normas más claras que cumplan con la tarea de redistribución de la renta que tiene que tener un sistema impositivo, evitando que se convierta simplemente en una máquina de recaudar. En este sentido, comprometerse a no incrementar los impuestos sin previamente analizar el gasto público y su razonabilidad. En los estados, como en las empresas, no se gana más por facturar más (cobrar impuestos), sino muchas veces por racionalizar el gasto. No hablo de “recortar”, hablo de no derrochar recursos. ¡Ah!, y no hacer ninguna nueva ley sin derogar alguna de inservible.
  4. Adecuar las normas del mercado laboral a la realidad del mundo actual. Ya lo he tratado alguna vez de forma específica, pero veo muy difícil compaginar un mundo del siglo XXI con una normativa laboral del Siglo XX. Ni los trabajos, ni los centros de trabajo, ni las relaciones laborales tienen hoy nada que ver con las del siglo pasado y siguen cambiando a un ritmo exponencial. Hay que ser valientes y afrontar esta realidad como se está haciendo desde otros ámbitos como el educativo, el social, etc.
  5. Promover la humanización de la economía y de las empresas, no por la vía de la imposición, sino del convencimiento. Hay que potenciar la visión de la empresa como un centro de relación humana donde lo más importante son las personas. Reforma horaria, conciliación de la vida personal y laboral, desarrollo personal, salarios dignos, responsabilidad social, etc. son elementos que tienen que ayudar también a adaptarnos a aquello que la sociedad nos demanda.

En fin, dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Seguiremos reivindicando.




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